PAGEntre los huecos de los edificios ruinosos, a través de las banderas rojas y verdes del Club Mouloudia de Argel, se vislumbra el mar aquí y allá. En el legendario barrio de Argel, Bab El Oued, el azul de la bahía se duplica con el azul de los uniformes de la policía, muy presente en toda la capital el día de las elecciones presidenciales, el sábado 7 de septiembre. Tras la ola de calor de la jornada, las calles tortuosas que descienden hacia el mar cobran vida. En el instituto Émir-Abdelkader –antiguo Bugeaud, el más antiguo de Argel (data de 1868), antiguo cuartel de los jenízaros de la Regencia–, al que asistió un tal Albert Camus, un padre y su hija, él de sesenta y tantos años y ella de treinta, suben la gran escalera vigilados por dos policías armados con sus detectores de metales.
“Voto en todas las elecciones. Si no decimos a dónde queremos ir, ¿a dónde iremos? Mi hija y yo no estamos de acuerdo en la elección del candidato, yo elijo la estabilidad con todo lo que está pasando en las fronteras. Pero ella quiere cambios, es normal, es joven”, dice Zoubir, con una sonrisa realzada por un elegante bigote, una camisa planchada y unos pantalones de lino, una mirada traviesa.
La hija de este empleado de correos jubilado trabaja en un laboratorio médico. “Todo está en ruinas, la medicina, la universidad, la escuela… la gestión burocrática de las importaciones no nos permite gestionar el laboratorio con normalidad. Necesitamos liberar iniciativas”, afirma Asma. ¿Cambio? “Voto por este joven del FFS [Youcef Aouchi […] Leer más
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