[Tribune] En esta columna, Débora O’hana, emprendedora, conferenciante, especialista en psicología empresarial, sparring y formadora, subraya que para transformar las crisis en oportunidades, el desafío del liderazgo es conciliar aspiraciones individuales y cuestiones colectivas combinando autenticidad, es decir y rendimiento.
Crisis, en chino, significa tanto “peligro” como “oportunidad”. El líder es quien convertirá el peligro potencial en una oportunidad concreta, y sabrá hacer del cambio una palanca de crecimiento.
En una sociedad de consumo donde prevalece la inmediatez, el trabajo, al igual que las reuniones, las interacciones y las compras online, se consume rápidamente. Esta dinámica experimentó un importante punto de inflexión con la crisis del Covid-19, provocando una disrupción en la vida empresarial. El teletrabajo, la comunicación digital, la inteligencia artificial, los nuevos métodos de colaboración, así como la diversidad y la inclusión están ahora en el centro del debate. El empleado se ha convertido, en muchos aspectos, en un consumidor de trabajo.
Una nueva realidad: adaptarse para evolucionar
Las empresas deben entonces enfrentarse a una nueva situación: ahora deben atraer para contratar y adaptarse para evolucionar. La crisis sanitaria, además de sus consecuencias inmediatas, ha revelado un fenómeno aún más profundo: una generación de jóvenes que están redefiniendo el valor del trabajo, ya no como una obligación, sino como un medio para enriquecer y mejorar su calidad de vida. vida. Lejos del sacrificio y de la obediencia ciega a la autoridad impuesta, esta juventud exige más libertad, más sentido, más bienestar en el trabajo. Y esta exigencia está afectando poco a poco a sus mayores: un estudio realizado por Gallup en 2023 revela que el 85% de los empleados en todo el mundo no están comprometidos o no están activamente comprometidos con su trabajo.
Por lo tanto, hoy los directivos se ven obligados a repensar su forma de contratar, retener e involucrar a sus equipos. Se trata, en efecto, de una cuestión crucial: para atraer talento y garantizar su compromiso a largo plazo, es necesario responder a un nuevo tipo de demanda. Pero ¿qué capacidades deben movilizarse para afrontar este desafío?
“El mercado laboral exige ahora a los directivos una transición hacia la total transparencia”
Lo que es seguro es que ya no es momento de vacilaciones, ilusiones o simulaciones. El mercado laboral exige ahora total transparencia a los directivos, así como el rechazo de las “tonterías” que han marcado durante mucho tiempo la comunicación corporativa. Cada día, en el contexto de mis misiones corporativas, observo que la clave está en una escucha activa y sensible encarnada en autenticidad.
Es hora de poner fin a las prácticas paternalistas y estrictas que infantilizan a los empleados. La autoridad, que encuentra su etimología en el hecho de “hacer crecer a las personas”, debe reinventarse. Un líder debe ser aquel que ofrece a sus equipos la oportunidad de desarrollarse, de florecer, de evitar el aburrimiento y el estado en el que. También debe saber escuchar, valorar e implicar, porque ya pasó la época en la que el líder podía simplemente imponerse. Y muchos de nosotros lo vemos a diario en las organizaciones: los talentos exigen espacio para expresarse, debatir, compartir sus ideas. Por lo tanto, el papel del líder ya no es imponer su visión, sino promover un clima en el que se valore la iniciativa y en el que la decisión, una vez tomada, sea apoyada con convicción.
Un líder considerado competente por sus equipos es aquel que logra valorar la diversidad de opiniones, fomentar el debate y encarnar una visión que inspira, motiva e inspira deseo. También es quien sabe adaptar la empresa a un entorno en constante cambio: flexibilidad ante los nuevos métodos de trabajo y una comunicación que favorezca una verdadera colaboración.
¿Una nueva generación desconectada?
Hoy en día, los empleados ya no quieren trabajar sólo por trabajar. Ya no se conforman con un salario y un título, lo que desean y buscan es sentido. Es una forma de involucrarse en algo más grande que ellos mismos, que resuena con sus valores personales. Los movimientos sociales recientes (ya sea por la justicia climática, la igualdad social o incluso los derechos de los trabajadores) dan testimonio de este deseo: el deseo de cambiar las cosas, de participar activamente en un mundo mejor.
Es muy fácil describir a la nueva generación como “desvinculada” o “individualista”. Pero eso sería pasar por alto una verdad más matizada: aspiran a una forma de independencia y autonomía, sin duda, pero también quieren invertir plenamente en proyectos que tengan significado. Esta aparente paradoja es una oportunidad para las empresas: los empleados de hoy quieren crecer, evolucionar y contribuir a iniciativas que generen valor.
Esto plantea un gran desafío para los directivos. En un mundo donde el trabajo ya no es simplemente una obligación sino una palanca para el desarrollo personal, el papel del líder debe evolucionar. Ya no se trata de liderar únicamente por objetivos financieros o procesos rígidos, sino de encarnar una visión capaz de movilizar.
Un buen líder sabe unir
Para cumplir con estas expectativas, las empresas deben adaptarse. Deben aprender a unirse, no forzando la uniformidad, sino respetando la singularidad de cada persona. El líder del mañana debe poder salir del marco individualista para extraer de esta búsqueda de autonomía una necesidad más profunda: la de implicarse en un proyecto colectivo.
Un buen líder ya no dirige, une a quienes le rodean. Moviliza a sus equipos en torno a una misión común, un “por qué” que va más allá del simple “cómo”. Brinda a los empleados los medios para crecer y desarrollar sus habilidades, al mismo tiempo que los involucra en decisiones que afectarán su vida diaria en la empresa de una forma u otra. Al encarnar valores sólidos y ofrecer un marco en el que todos puedan encontrar su lugar, transforma un grupo de personas en un equipo unido y comprometido.
Por lo tanto, el verdadero desafío es encontrar un equilibrio: brindarles a los empleados el espacio para ser ellos mismos y al mismo tiempo reunirlos en torno a una ambición común. Esto requiere una comunicación transparente, proyectos significativos y una cultura corporativa en la que todos se sientan libres y útiles.
Al final, el trabajo no desaparece. Lo que cambia es cómo se percibe. “Trabajar para vivir” da paso a una búsqueda de realización. Y para las empresas, ya no se trata sólo de ofrecer empleo, sino de convertirse en actor de cambio.
Transformar una búsqueda individual de significado en fuerza colectiva
Entonces, la pregunta para los líderes es clara: ¿cómo transformar esta búsqueda individual de significado en una fuerza colectiva capaz de hacer avanzar no sólo a la empresa, sino también a la sociedad? Las respuestas se construyen en equipo, una conversación a la vez.
El líder, como un Zaratustra moderno, debe movilizar su voluntad de poder para ayudar a que la sociedad crezca, y no para dominarla. El objetivo es claro: permitir que todos prosperen en un entorno de trabajo motivador y colaborativo.
Para afrontar este desafío, el líder debe ser sensible a los cambios en nuestra sociedad y capaz de inspirar empatía, colaboración y entusiasmo. Despertar el deseo de trabajar se convierte en la cuestión fundamental, porque está en el centro de la motivación colectiva. Es al inspirar este impulso que el líder transforma la crisis en una oportunidad real. Convertir a sus equipos en deportistas de alto nivel, promoviendo al mismo tiempo su singularidad y desempeñando el papel de capitán, este es el proyecto a seguir.
Queda una pregunta sin respuesta: si el líder es desafiado en el mundo empresarial, los rostros de nuestros líderes políticos internacionales hablan del éxito aún actual de figuras dictatoriales. Esta lucha por la libertad sigue imbuida de voluntariado, como nos destacó La Boétie. Todavía queda un largo camino por recorrer…
Nuestro resumen en 5 puntos clave por L’Express Connect IA
(verificado por nuestro equipo editorial)
Aquí hay cinco puntos clave del artículo sobre el tema: Liderazgo: entre crisis y transformaciones.
Desafíos del liderazgo moderno: En un mundo que enfrenta cambios profundos, los líderes deben combinar innovación, ética y sostenibilidad al tiempo que integran aspiraciones individuales y desafíos colectivos para crear un ambiente de trabajo satisfactorio.
El impacto de la crisis en el trabajo: La crisis sanitaria ha trastocado los modelos laborales, con una transición al teletrabajo y mayores exigencias sobre el sentido y la calidad de vida en el trabajo. Las generaciones más jóvenes buscan carreras que ofrezcan un equilibrio entre rendimiento y bienestar.
Transformación de mentalidades: Los jóvenes son cada vez más sensibles a los valores éticos y a la responsabilidad social corporativa. Aspiran a un trabajo que les permita contribuir a causas más amplias, a su desarrollo personal y encontrar sentido a su compromiso profesional.
Importancia de la formación y el apoyo: Los establishment desempeñan un papel crucial, como las escuelas de negocios, y deben adaptarse a estas nuevas expectativas formando a futuros líderes capaces de inspirar, unificar y orientar a sus equipos. Esto incluye enseñar habilidades interpersonales y gestionar la diversidad de opiniones.
Pensando en el modelo de negocio: Para adaptarse a los desafíos contemporáneos, los líderes deben repensar su enfoque, favorecer el espíritu de equipo y fomentar la creatividad. El objetivo es propiciar una transformación de las búsquedas individuales de significado hacia una dinámica colectiva y una visión común, que beneficie tanto al individuo como a la organización.