Alemania, que alguna vez fue la locomotora de Europa, ahora se está quedando atrás. Los indicadores están en números rojos, con planes sociales en cascada: 4.000 puestos de trabajo eliminados en el proveedor de automóviles Bosch, 11.000 puestos de trabajo menos en la siderúrgica Thyssenkrupp hasta 2030… Pero el símbolo de esta economía en dificultades es Volkswagen: el mayor empleador del país es se prepara para cerrar dos plantas, la primera desde su creación en 1937. La industria del automóvil se ve muy afectada, Ford viene además, se añadirá a la lista de fabricantes en dificultades.
Hace unos meses, el Canciller Olaf Scholz prometió “un relanzamiento increíble” de la economía. Pero es la recesión la que amenaza, por segundo año consecutivo. Las empresas siguen lastradas por la caída de los pedidos y las repetidas crisis (Covid, guerra en Ucrania, etc.). Ahora se ven privadas del gas ruso barato y las facturas de energía se disparan, lo que penaliza fuertemente a las industrias del acero y de la química.
El famoso “made in Germany” se vende menos, la demanda cae: muy malas noticias para Alemania, que genera la mitad de su PIB gracias al comercio mundial. China también se está convirtiendo en un competidor cada vez más feroz, especialmente en el mercado de los coches eléctricos, pero también en otras áreas en las que Alemania era líder, como el acero, los productos químicos y las máquinas herramienta.
El próximo regreso de Donald Trump a la Casa Blanca y las medidas proteccionistas que se avecinan aumentan aún más las preocupaciones: el futuro aumento de los derechos de aduana podría costar a Alemania 180 mil millones de euros y, en definitiva, un punto y medio de crecimiento. Estados Unidos es el mayor socio comercial de Alemania, ahora por delante de China: el 10% de las exportaciones alemanas van a Estados Unidos.
El Gobierno apuesta por una recuperación del consumo y prevé un crecimiento del 1,1%, pero otros expertos, menos optimistas, hablan de un aumento del PIB de sólo el 0,4%. Se han identificado las palancas para reactivar el crecimiento: debemos reducir la burocracia, bajar los precios de la energía, mejorar las infraestructuras a veces obsoletas como el ferrocarril, las conexiones de banda ancha, la red de telefonía móvil, etc.
La clave también es atraer la mano de obra calificada que Alemania tanto necesita. Berlín ha firmado acuerdos migratorios con Kenia, India y Georgia y prometió facilitar la emisión de visas. El año pasado, la escasez de personal costó a las empresas alemanas 50 mil millones de euros.