En lo profundo de un espeso bosque del Piamonte italiano, la búsqueda de la trufa blanca de Alba está en pleno apogeo. Emocionados, los perros zigzaguean y cavan en la tierra. Pero este tesoro culinario es cada vez más escaso, debilitado por el cambio climático.
“¡Ve a mirar! ¿Dónde está ella? Carlo Marenda, cazador de trufas en su tiempo libre, llama a Gigi, de siete meses, y a Buk, de 13 años, cruce entre Spinone y Lagotto Romagnolo, conocidos por su finísimo olfato.
Buscado en todo el mundo
Buscado por gourmets y chefs destacados de todo el mundo, las estafas blancas de Albael más prestigioso del mundo, es un hongo subterráneo que crece en simbiosis con determinados árboles adhiriéndose a sus raíces. Su intenso y refinado olor, una mezcla de heno, ajo y miel, permite a los perros de caza detectarlo hasta un metro de profundidad.
Iniciado en la caza de la trufa cuando tenía cinco años por un amigo de la familia, Carlo Marenda, de 42 años, fundó en 2015 la asociación “Salvar la trufa”, junto con Edmondo Bonelli, investigador en ciencias naturales. Se trata de un solitario “trifulau” octogenario, Giuseppe Giamesio, conocido con el nombre de “Notu”, último descendiente de una familia con una tradición trufera centenaria, que le legó sus perros y sus conocimientos antes de su muerte en 2014.
La trufa necesita frío y humedad.
En 30 años, las superficies dedicadas a la trufa blanca en Italia han disminuido un 30%, dando paso progresivamente a viñedos más rentables, pero también a plantaciones de avellanos. Las colinas de Langhe suministran una gran cantidad de avellanas al gigante del chocolate Ferrero, fundado en 1946 en Alba, una pequeña ciudad próspera de 30.000 habitantes.
Pero la principal amenaza para la trufa blanca, cuya recolección fue clasificada en 2021 como patrimonio inmaterial de la humanidad por la UNESCO, es el cambio climático. El calentamiento global, la sequía, la deforestación y las variaciones bruscas de temperatura son factores que están debilitando el hábitat natural de este hongo.
Para sobrevivir, la trufa necesita frío y humedad. Sin embargo, a principios de noviembre el termómetro subió hasta los 20 grados. “Con la extensión del verano, la producción cae”, lamenta Carlo Marenda.
Precios en alza y cosecha más corta
La cosecha, que va desde octubre hasta finales de enero, se está acortando. Y a la espera del frío extremo y la nieve, “el aroma de las trufas aún no está al 100% y se conservan menos tiempo”. El efecto de las fuertes lluvias de las últimas semanas también puede ser perjudicial: “Si hay muy poca agua, la trufa no crece. Si hay demasiados, se pudre.
La trufa blanca, ¿una especie en peligro de extinción? “No por el momento. Pero si no actuamos, corremos el riesgo de que así sea”, afirmó Mario Aprile, presidente de la asociación de investigadores piamonteses de la trufa.
Ante una demanda explosiva y una oferta limitada, la trufa blanca se comercializa a un precio elevado, alcanzando este año los 4.500 euros el kilo en la gran feria de Alba que finaliza el 8 de diciembre.
Dos trufas “gemelas” con un peso total de 905 gramos, hallazgo de Mario Aprile, fueron vendidas el domingo por 140.000 euros a un magnate financiero de Hong Kong durante la tradicional subasta benéfica Alba.
(afp/er)