Justo antes de la dimisión de su coportavoz y de la crisis que siguió, los diputados del QS se negaron a apoyar una moción que se oponía a la voluntad del Gobierno federal de promover las hipotecas islámicas, en el sentido de respetar la ley islámica llamada Sharia. Los demás diputados, incluidos los liberales, votaron a favor de esta moción. Esta negativa de los diputados naranjas nos permite comprender mejor esta crisis.
Algunos ven esta crisis como un enfrentamiento entre los moderados, que quieren un partido de gobierno, y los radicales, que quieren un partido de masas. Esto es incorrecto. Ambas facciones abogan por un partido que esté conectado con los movimientos sociales y sea capaz de tomar el poder.
Si los llamados moderados están dispuestos a hacer concesiones en cuestiones socioeconómicas, en particular reconociendo la importancia de la UPA, no lo están en cuestiones de identidad. Su Declaración de Saguenay está en línea directa con el antinacionalismo tradicional del partido, como lo ilustra su adhesión a un interculturalismo que celebra “todas las culturas que enriquecen nuestro Quebec”, por lo tanto un multiculturalismo, o sus referencias al sistema racista y al colonialismo. que existiría en Quebec.
En cuanto a aquellos que son percibidos como más radicales, su carta abierta apenas toca elementos de contenido socioeconómico, pero podemos imaginarlos menos proclives a ceder en este ámbito. En cuanto a las cuestiones de identidad, su carta ni siquiera las menciona, lo que ilustra que un consenso antinacionalista une a las dos facciones.
Convertirse en un partido de gobierno significa adoptar medidas que puedan llegar a un gran número de votantes incluso si esto desagrada a parte de la base activista más radical. QS intenta hacer esto en cuestiones socioeconómicas, pero parece incapaz de siquiera imaginarlo en cuestiones de identidad. Sin embargo, para convertirnos en un verdadero partido de gobierno, debemos dejar de oponernos a la UPA… y empezar a oponernos a la ley Sharia.
