En un contexto geopolítico tenso, Fitch y Moody’s no rebajan la calificación de Francia

En un contexto geopolítico tenso, Fitch y Moody’s no rebajan la calificación de Francia
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Sin embargo, estas agencias no son inmunes a los conflictos de intereses porque reciben sus pagos de los emisores de deuda, lo que plantea dudas sobre su imparcialidad. Sus pasivos, marcados por notables errores de calificación antes de la crisis financiera, subprime y las dificultades financieras de Grecia, reforzaron estas dudas sobre su competencia.

Sin embargo, el impacto de estas calificaciones es inmenso. Son un barómetro crucial de la capacidad de un Estado para pagar su deuda en los mercados financieros. Los criterios evaluados van desde la estabilidad económica hasta la gobernanza y las políticas fiscales, influyendo no sólo en el acceso a los mercados financieros, sino también en los requisitos de reservas mínimas de los bancos.

En este contexto, desde hace más de diez años, Francia parece protegida por el escudo que representa el Banco Central Europeo (BCE) y el “cueste lo que cueste” de Mario Draghi del 26 de julio de 2012. Además, habría sido difícil imaginar una rebaja de la calificación de Francia por parte de Fitch y Moody’s en un contexto geopolítico como el de la OTAN.

En los medios de comunicación, muchos esperaban el viernes pasado un deterioro del rating francés que afectaría en particular al CAC 40. Recordemos que la única vez que una agencia de calificación realmente conmocionó a los mercados fue el 5 de agosto de 2011, cuando S&P rebajó la calificación de Estados Unidos, en un entorno técnico favorable a una corrección.

Los desafíos presupuestarios actuales de Francia son considerables. La deuda ha alcanzado un récord, superando la barrera de los 3.100 millones de euros, un aumento de casi 1.000 millones de euros bajo la presidencia de Macron/Lemaire y una ratio deuda/PIB superior al 111% en 2023. La caballería presupuestaria del Estado francés, obesa desde la pandemia, ha aumentado recientemente con las ayudas asignadas a Ucrania a finales de 2024, que deberían valorarse en 6.800 millones de euros a finales de año, y con las previsiones El coste de los Juegos Olímpicos de París 2024 para el Estado se estima entre 3.300 y 5.200 millones de euros. El déficit previsto por Bercy para 2024 es del 5,1% (frente al 5,5% actual). Para lograr este objetivo, el gobierno tendrá que encontrar 10 mil millones de euros en ingresos fiscales adicionales, so pena de sanciones de la Unión Europea (que podrían oscilar entre el 0,2% y el 0,5% de su PIB) y un aumento de las cargas de la deuda. Esta situación pone de relieve los desafíos que enfrenta Francia para reducir su déficit y estabilizar su deuda, particularmente en un contexto de crecientes presiones económicas y políticas a nivel nacional e internacional.

A pesar de los desafíos presupuestarios, Francia todavía se beneficia de una calificación alta, justificada por las agencias por un fuerte consumo interno, una inflación en descenso, instituciones públicas confiables, un sistema de financiación pública sólido y la resiliencia de la economía frente a las crisis. Sin embargo, el déficit público mayor de lo esperado y la dificultad para reducir el gasto público se mencionan a menudo y pesan en la evaluación.

¿Ha proporcionado Francia a las agencias de calificación garantías de futuros aumentos de impuestos para evitar una rebaja?

No hay duda de que Fitch y Moody’s se sintieron tranquilos a este respecto, en particular por la creatividad fiscal francesa. Medidas como el aumento de diversos impuestos (como el impuesto sobre bienes inmuebles, con un incremento del 3,9% en 2024) o la liquidación del parque inmobiliario público (190.000 edificios), valorado en unos 5.000 millones de euros, sugieren esta posibilidad. El hecho de que los franceses paguen bien sus impuestos también se integra en esta ecuación.

Sin embargo, es importante no cruzar una determinada línea roja, que parece cercana, respecto a un contribuyente francés asfixiado por la inflación y la presión fiscal. La fiscalidad de las rentas vitalicias, de las cuentas de formación (100 euros por cuenta reportarían 200 millones de euros al Estado), de las ventas de libros de segunda mano, del impuesto “conejo” de 5 euros en caso de falta a la cita con el médico, de la nuevo aumento del impuesto sobre terrazas y casetas de jardín… podría resultar provocativo. No olvidemos que la estabilidad política es un criterio clave de calificación.

Los inversores y el Gobierno de Macron esperan ahora el veredicto de la tercera agencia, la más vigilada, el 31 de mayo, a nueve días de las elecciones europeas. Actualmente, S&P califica a Francia con AA, equivalente a Moody’s Aa2, pero su perspectiva es negativa.

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