Daniel Kretinsky se hace cargo de la división siderúrgica de la leyenda industrial alemana

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En la fábrica de ThyssenKrupp en Duisburg, Alemania, en abril de 2018. MARTÍN MEISSNER / AP

Daniel Kretinsky puede ahora presumir del título, cargado de significado al otro lado del Rin, de “barón del acero”. El multimillonario checo de 48 años, al frente de una importante cartera de inversiones en Europa, anunció el viernes 26 de abril que había adquirido el 20% de las acciones de las actividades siderúrgicas del bicentenario grupo ThyssenKrupp, a través de su sociedad de capital EPCG. Los detalles financieros de la transacción no fueron revelados. La operación permitirá a Kretinsky ejercer una influencia considerable en el destino del productor de acero con sede en Duisburgo.

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Con este acuerdo, el multimillonario checo logró un importante golpe político. Debido a que toca los orígenes del mito industrial alemán, el conglomerado ThyssenKrupp ocupa un lugar especial en la cultura económica del país, a pesar de su declive en la última década. En los altos hornos del Ruhr se fundía el acero para los ferrocarriles y las primeras máquinas fabricadas en Alemania. Todavía entregan la mayor parte del acero utilizado en la fabricación de automóviles, la industria más grande del país. Aquí es también donde los sindicatos alemanes lideraron sus luchas fundacionales. IG Metall, que mantiene cuidadosamente la memoria de las luchas que tuvieron lugar allí, sigue siendo muy poderosa allí.

La Fundación Alfried Krupp, principal accionista del grupo, ejerce una influencia significativa en Renania del Norte-Westfalia, la región más poblada de Alemania, bastión tanto del Partido Socialdemócrata como de la Unión Demócrata Cristiana, los dos mayores partidos políticos del país.

Dificultades financieras crónicas

Esta particular historia ha impedido durante mucho tiempo cualquier reestructuración efectiva de la división siderúrgica de ThyssenKrupp, a pesar de sus crónicas dificultades financieras. La búsqueda de un inversor ha ocupado en vano la prioridad de la agenda de los cuatro jefes que se han sucedido al frente del grupo desde 2018. Kretinsky, especialista en inversiones en causas perdidas y en actividades en declive en Europa, es de ahí el tan esperado caballero blanco, aunque se preocupó de negociar una cláusula de salida, en caso de que la evolución de los asuntos no fuera satisfactoria.

Inicialmente, el multimillonario quería adquirir el 50% de las acciones de la división siderúrgica de ThyssenKrupp. La participación finalmente se redujo al 20%, pero las negociaciones continúan. Kretinsky quiere un puesto en el consejo de supervisión de la siderúrgica, lo que le daría gran libertad para influir en el destino del grupo con 27.000 empleados y una facturación de 12.400 millones de euros.

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