David Cayla, Universidad de Angers – Por una regulación justa en la economía digital en Europa – Charla gratuita

David Cayla, Universidad de Angers – Por una regulación justa en la economía digital en Europa – Charla gratuita
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Vídeo producido en colaboración con la Economía de primavera 2024 “¿Qué Europa en un mundo fragmentado? »

En enero de 2018, en el foro de Davos, el financiero George Soros hizo sonar la alarma al enfatizar la urgencia de regular mejor el sector digital. Los gigantes digitales no sólo disfrutan de una rentabilidad extraordinaria, afirmó, sino que el hecho de que se encuentren en una situación de cuasi monopolio ayuda a convertirlos en verdaderos servicios públicos a los que se debe garantizar el acceso.


Se podría pensar que se ha escuchado el llamado de Soros. La Unión Europea ha implementado una serie de regulaciones para el sector digital como el GDPR en 2016, que regula la gestión y el uso de datos personales, o más recientemente la DMA (Digital Market Act) y la DSA (Digital Service Act) adoptadas. en 2022 y que entrarán en vigor progresivamente.


a normativa se basa en una lógica que consiste en impedir que las empresas dominantes, las famosas GAFAM, abusen de su dominio obligándolas a garantizar un acceso abierto y transparente a sus servicios. Las regulaciones europeas pretenden así fortalecer los mecanismos de mercado promoviendo el establecimiento de un “orden competitivo”, uno de los pilares de la “economía social de mercado”.


Tomemos el ejemplo del RGPD. El objetivo del reglamento no es prohibir la explotación o reventa de datos personales sino obtener el consentimiento informado de los usuarios e informarles sobre el uso de los datos recopilados. También requiere consentimiento antes de importar cookies, estos pequeños archivos que utilizan los sitios web para realizar un seguimiento del comportamiento. Por tanto, el RGPD es similar a una forma de contractualización; crea desde cero un mercado en cuyo centro está el acuerdo explícito del usuario para que su comportamiento sea observado, transformado en datos y procesado algorítmicamente.


Por supuesto, debemos alegrarnos de que exista este marco; pero también podemos observar que la lógica en juego se relaciona con una forma de mercantilización. El usuario debe dar su consentimiento para acceder a determinados servicios. Hay, por tanto, un intercambio que el RGPD revela detrás de la aparente gratuidad. Al buscar limitar el abuso de las plataformas, la regulación pretende preservar la ficción de un mercado libre donde todos dan su consentimiento a una transacción.


Sin embargo, podemos preguntarnos si este marco normativo representa o distorsiona la realidad. ¿Los conductores de Uber son contratistas independientes o empleados sin derechos? ¿Las relaciones entre YouTube y los creadores de vídeos son una simple transacción o una relación de dependencia? Al regular más, esperamos fortalecer una forma de competencia. ¿Pero la dinámica que prevalece dentro del sector digital no es la de la carrera por el monopolio y la explotación de la renta?


El hecho es que muchas plataformas tienden a reemplazar a los propios mercados. Así, el modelo de Uber no es el de un espacio abierto dentro del cual productores y consumidores contratan libremente -lo que sería similar a un mercado-, sino el de un espacio privado, de funcionamiento opaco, que organiza las transacciones imponiendo precios a ambas partes.


Si las plataformas digitales comienzan a reemplazar a los mercados, la lógica de la regulación no debería ser fortalecer la competencia y promover el consentimiento informado, sino gestionar una relación estructuralmente desigual otorgando derechos específicos a las partes débiles y dependientes. Debería inspirarse en el derecho laboral más que en el derecho comercial. Es este cambio de paradigma el que debería prevalecer en futuros proyectos regulatorios.

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