Cuando todo está mal, debe ser bueno saber lo peor.

Cuando todo está mal, debe ser bueno saber lo peor.
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Emmanuel Macron, el 4 de abril, durante la inauguración del Centro Acuático Olímpico en París.
Gonzalo Fuentes/REUTERS

LA CRÓNICA DE JEAN-PIERRE ROBIN – Nada va debería. El desempeño económico de Francia está lejos de ser olímpico.

Hay que creer que un destino acecha a los países que organizan los Juegos Olímpicos. Como Grecia, su inventor hace 2.800 años en Olimpia, que les dio la bienvenida a Atenas en 2004, para declararse en quiebra unos años después. O los Juegos Olímpicos de 2012 en Londres, seguidos del referéndum sobre el Brexit en 2016, esa reacción de mal humor del pueblo británico.

Mientras que Emmanuel Macron viajará a Marsella el 8 de mayo para presenciar personalmente la llegada de la llama olímpica a Francia, del mismo modo que quiso inaugurar con bombos y platillos la villa olímpica el 29 de febrero y el centro acuático, el 4 de abril, el centro económico de Francia El rendimiento está lejos de estar en forma olímpica. “Pan y juegos”, se decía en el imperio romano del Iejem siglo, en el inicio de su decadencia. Si la inauguración de los Juegos Olímpicos en el Sena promete ser grandiosa, parece que falta pan en las calles y en las casas.

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