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Memorias de un caracol es nuestra película favorita

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Si la noticia de este miércoles 15 de enero promete girar principalmente en torno a hombre lobo y niñitaLos espectadores franceses harían mal en descuidar Memorias de un caracol. Unas semanas después del regreso ganador de Wallace y Gromit En Netflix, la oferta de Adam Elliott nos recuerda que el stop-motion es uno de los medios cinematográficos más vibrantes y apasionantes. Memorias de un caracol ¡Es nuestro favorito de la semana en el cine!

“La infancia es la mejor época”

Después María y Max En 2009, Adam Elliot volvió a dirigir un largometraje para cine. Con Memorias de un caracolEl director narra la vida de una joven llena de complejos y traumas. Pero para imaginar un futuro mejor, a veces todo el mundo debe mirar al pasado. Desde su primera infancia hasta su renacimiento, la película es una larga historia que multiplica hermosas ideas. Cuando su padre muere, la feliz vida de la outsider Grace Pudel da un vuelco. La separan de su hermano gemelo Gilbert y la envían a una familia adoptiva que la ignora. Se hunde en la desesperación cuando su camino se cruza con el de Pinky, una excéntrica anciana que le ofrecerá una segunda oportunidad de ser feliz.

© Arenamedia

Narrado por Sarah Snook en la versión original, Memorias de un caracol desarrolla su historia a medida que se cuentan hermosas historias. La película oscila constantemente entre la comedia y la tragedia para inmortalizar mejor estos fragmentos de vida que configuran a los protagonistas. La crueldad de ciertos protagonistas se ve constantemente contrarrestada por la sinceridad de otros, como un lienzo de claroscuros que el cineasta se esfuerza por crear junto a su heroína. Sin sombra, sin luz, Memorias de un caracol Es un cuento de pura melancolía del que no salimos ilesos. La idea es hermosa, se trata de contar lo que se necesita para que personalidades enfermizas y tímidas (como nuestro adorador de gasterópodos) puedan finalmente salir de su caparazón.

una hermosa concha

El stop-motion es un arte que se está volviendo raro… demasiado raro para nuestro gusto. Con Memorias de un caracolCaemos una vez más bajo el hechizo de este proceso que da vida a mundos palpables, ricos y deliciosamente lúdicos. La propuesta de Adam Elliot es más que nunca una carta de amor a este oficio, ya que no requiere imágenes generadas por ordenador, sino que depende enteramente del talento de los animadores y modeladores de arcilla para lograr el éxito.

© Arenamedia

Alambres, arcilla y algunos trozos de tela, el mundo del director puede estar hecho de cachivaches, pero es increíblemente rico. Ya sea en los rincones oscuros de una casa suburbana o en los bulliciosos pasillos de un recinto ferial, Memorias de un caracol Es un asombro constante. Al director le gusta cultivar la extrañeza de su mundo, así como la de sus personajes con su morfología poco realista pero inteligente. Esta sensación de oda a lo extraño se ve reforzada por un tratamiento muy cuidado de los colores. Terminaremos con la música de Elena Kats-Chernin que resume todos los matices de esta historia agridulce. Los temas del músico australiano oscilan entre dulces baladas y motivos melodramáticos para completar el cuadro de una película que ya no necesitaba eso para convencernos.

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