Con “Mujeres en el balcón”, su segundo largometraje como directora, Noémie Merlant, la actriz revelada por la película “Retrato de la joven en llamas”, logra una comedia loca y descarada, que va un poco en todas direcciones, pero alcanza su objetivo: ¡la masculinidad tóxica y violenta!
“En realidad sólo podemos ser nosotros mismos, ¿verdad?” La pregunta la hace Élise, el personaje interpretado por Noémie Merlant, una actriz en plena crisis existencial, que huyó al final de su rodaje parisino, junto con su marido, para encontrar a sus mejores amigos, compartiendo piso en Marsella: Ruby (Souheila Yacoub), una cam girl extravagante y desenfrenada, y Nicole (Sanda Codreanu), una aprendiz de escritora ligeramente neurótica. Es verano, hace 46°C, una temperatura que te quemará la mente. Mientras el trío se divierte perdiéndola dulcemente, en la alegría de su nueva y desinhibida complicidad, Élise se pregunta. Por supuesto, la respuesta está en su pregunta. ¿Y las pruebas? ¡En la imagen!
Desde el balcón donde intentan refrescarse, las tres amigas miran de reojo al vecino de enfrente, un chico moreno y guapo que tiene la molesta tendencia a andar medio desnudo; que tiene el don de volver loca a Nicole. Más tranquila, Ruby encuentra la manera de ponerse en contacto con el galán que los invita a los tres a pasar la velada en su casa. Al día siguiente, el trío tendrá que lidiar con algo más que una resaca: Ruby, que había estado allí toda la noche, regresó cubierta de sangre y en estado de shock. En cuanto al niño… ¡digamos que lo clavaron un poco más que el pico!
Inicialmente, Mujeres en el balcón es como sus heroínas entre sí: soleadas, divertidas, locas, triviales, jubilosas, atrevidas, contraproducentes… La influencia de Pedro Almodóvar es patente en la estética pop, mientras que los colores saturados y los movimientos fluidos, pero también y sobre todo en la manera sensual pero nunca sexualizada, cruda pero nunca vulgar de considerar la feminidad, de la que cada encarnación representa un relación diferente con el cuerpo y el mundo.
Cuando la comedia se convierte en farsa, pensamos en Álex de la Iglesia (y en particular en sus películas Mis queridos vecinos y Le crime farpait). Pero lamentablemente Noémie Merlant aún no posee el virtuosismo del cineasta vasco en el loco arte de la ruptura radical del tono. Zigzaguea entre burlesco macabro, thriller estrafalario, dibujos animados sociales, sangre humorística, payasadas horribles y fábulas fantásticas, pero resbala aquí, tropieza allá e incluso se revuelca (el fantasma funciona en promedio).
No hay problema, la actriz y directora acude con tantas ganas, sin filtros ni pudor, que se lleva todo lo que encuentra a su paso. Hasta nuestra adhesión, en la forma porque, en el fondo, ella la tuvo desde el principio y la conserva hasta el final: su alegre oda a una hermandad salvadora y emancipadora, sumada a un tiroteo airado de la masculinidad tóxica y violenta, llega al final. ¡En el momento justo y con el puño en alto!
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