Bailarina de cabaret, Lola espera el regreso del gran amor de su vida, que se fue a hacer fortuna a América cuando estaba embarazada de su hijo, al que cria sola desde hace siete años… La primera película de Jacques Demy y la primera Encantamiento, ” Lola” está iluminada por la gracia y la fragilidad de Anouk Aimée, fallecida el 18 de junio.
Esperanza de mejores días
“Lola”, la primera película de Jacques Demy, viaja en el tiempo y cada vez redescubrimos este diamante blanco y negro con su brillo inalterable. Todo el universo de Demy ya está ahí: diálogos elaborados, una historia construida sobre delicadas correspondencias, personas siempre en movimiento, sumidas en la soledad y la nostalgia, en busca de una felicidad incierta. Lola espera el regreso del hombre que ama, mientras Roland, decepcionado por su relación amorosa abortada, deambula por Nantes envuelto en una luz blanca que poco a poco se desvanece y devora su silueta. El paso de Pommeraye, fuera de edad, se convierte en testigo de destinos marcados por la huida, la ausencia, la esperanza de días mejores y que, en cualquier caso –y esto es lo que tanto nos trastorna– nunca curarán todo desde las lejanas heridas de la infancia. Demy no se detiene en estas vidas en suspenso. Al contrario, enmascara la desesperación en un torbellino de belleza, ayudado por el virtuosismo de la cámara de Raoul Coutard. Para Lola, “siempre hay que agradar, es un principio”. Diez años después, Delphine Seyrig en “Peau d’âne” reiteró: “Hay que poner buena cara…” De película en película, las líneas se cruzan y las ciudades portuarias se parecen.
Demy convierte a Nantes en un personaje real que delimita diferentes territorios: el cabaret por el que deambulan Lola y sus acompañantes esperando a los marineros que pasan; la zona del puerto, en el medio donde el cielo fluye sobre el mar; la antigua ciudad burguesa donde mueren Madame Denoyer y su hija… De hecho, Jacques Demy renueva con “Lola” el género del melodrama, según la definición de Douglas Sirk, una mezcla de música y drama. La música, de Michel Legrand, juega aquí un papel fundamental. Nunca dejaremos de recordar los múltiples esplendores de esta primera película, el comienzo de una obra que acecha la memoria de los espectadores más que ninguna otra.
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