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AMOR EN EL PRESENTE (2024) – Reseña – Andrew Garfield y Florence Pugh comparten una química fenomenal

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Los espectadores siempre salen con los ojos enrojecidos y atormentados por una pesada melancolía, incluso si la película termina con una nota de esperanza.

En la misma línea que El cuaderno, El amor en el presente (Vivimos en el tiempo) cuenta la poderosa historia de amor entre dos individuos completamente opuestos. El drama romántico de John Crowley retrata al talentoso chef Almut y al joven jubilado Tobias a lo largo de tres períodos, desde su demoledor encuentro hasta su trágico final. Si al principio las tramas se entrelazan de forma inconexa, acaban confluyendo en el presente, mientras los tortolitos se enfrentan a una realidad difícil de aceptar que hace tambalear los cimientos de su amor.

Andrew Garfield y Florence Pugh comparten una química fenomenal. Aunque los dos actores nunca antes habían actuado juntos, creemos en su amor a primera vista desde los primeros segundos. Seremos testigos tanto de sus mayores alegrías, como el nacimiento de su hija (una escena que atrapa la imaginación), como de sus mayores tristezas. El pop empalagoso de la banda sonora y el ángulo trágico y predecible que adopta la historia podrían inclinar la obra hacia el melodrama, pero tiene una sensibilidad y una vulnerabilidad que le permiten evitar esta brusca caída en el cliché. Inmediatamente nos apegamos a estos amantes imperfectos que tiñen la historia de una poderosa ternura. Los personajes secundarios son muy modestos, dejando todo el espacio para los dos protagonistas, que lo son en casi todos los aspectos. Sin embargo, tengamos en cuenta que la pequeña Grace Delaney, que interpreta a su hija de tres años, ¡es irresistible!

Por supuesto, debes ir armado con algunos pañuelos para afrontar Amor en el presente. Crowley y el guionista Nick Payne definitivamente han encontrado la receta para provocar un mar de sollozos y sacudidas en una sala de cine. Los espectadores siempre salen con los ojos enrojecidos y atormentados por una pesada melancolía, incluso si la película termina con una nota de esperanza.

Señalemos que, lamentablemente, la traducción internacional francesa le roba algo de dulzura a la historia. Al escuchar a la heroína enojarse, exclamar: “ ¡Maldita sea! » sólo puede hacernos desconectar momentáneamente. Una película para ver, a ser posible, en versión original.

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