Reseña en directo desde San Sebastián

El proyecto no dejaba de ser un riesgo. Ofrecer una versión contemporánea de la película erótica más icónica de la historia del cine francés en las salas de cine, cuando la pornografía está a un clic de distancia, es correr el riesgo de no atraer a los peces calientes de la pecera ni a los puritanos de la nueva cinefilia a las salas. Cuando se anunció, muchos temieron que la película fuera un manifiesto contra la mirada masculina, dominante durante mucho tiempo, en forma de un ataque mordaz feminista que arrancara las plumas de los gallos de corral. Pero eso es no entender a Audrey Diwan. “Emmanuelle” es ella. La película es una extensión de lo que ya estaba en marcha en “El acontecimiento”: la exploración de la soledad femenina frente a su cuerpo físico y social.

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Cuando el erotismo se combina con el romanticismo

Frente a la heroína que ya no siente ningún deseo, no hay ni “malo” ni “depredador”, solo seres destrozados por la vida que buscan un sentido a su existencia en un purgatorio de lujo. La película no es muy dura –la escena más “caliente” es de hecho lésbica– pero los corazones laten, una agradable sorpresa. La carne ni siquiera está triste, se nota, se deshumaniza, se higieniza en un universo higienizado donde las relaciones sociales son solo una mascarada. La historia se toma su tiempo para desarrollarse, se pierde un poco en los pasillos del palacio pero la última parte en los callejones de Hong Kong donde se cierne la sombra de Wong Kar-wai es muy lograda. Nos recuerda que el erotismo se combina con el romanticismo cuando la pornografía rima con carnicería.