[Cinéma] Sin olas, los excesos de la sociedad post-MeToo

[Cinéma] Sin olas, los excesos de la sociedad post-MeToo
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Julien, un joven profesor de francés en una universidad suburbana, debe demostrar inteligencia y creatividad a diario para interesar a sus alumnos en el contenido de sus lecciones. Bastante paciente y pedagógico, consigue sin demasiadas dificultades mantener su clase y ganarse el respeto. Sin embargo, de la noche a la mañana la situación se irá de control. Mientras explica el lenguaje de la seducción a sus alumnos y confía en uno de ellos para hacerlo, Julien no se da cuenta de que está cayendo en una trampa. De hecho, la joven Leslie comienza a difundir en la escuela la idea de que su maestra la está acosando sexualmente. La administración se alerta rápidamente y advierte al hermano mayor que amenaza a Julien. Solo para defender su honor, comprende que no puede contar con su jerarquía para protegerlo, cuya consigna es “no hagas olas” (de ahí el título de la película), ni sobre la policía, que se niega a registrar su denuncia por amenazas de muerte y simplemente le recomienda que presente una barandilla…

Inspirándose en una experiencia vivida por el director Teddy Lussi-Modeste, cuando era profesor suplente durante seis meses en una escuela de Seine-Saint-Denis, Sin olas pinta un cuadro que provoca ansiedad de una sociedad post-MeToo donde la psicosis ha tomado prioridad sobre la razón. Un tiempo en el que ahora es posible, con un chasquido de dedos y a base de simples comentarios sacados de contexto o incomprendidos, tratar al prójimo como a un depredador sexual, arrojarlo a la jerarquía, manchar la reputación con a todos sus colegas, a revelar elementos de su vida privada si es necesario y a destruir su carrera (en el mejor de los casos…).

Cobardía administrativa

El acusado ni siquiera puede defenderse de su acusador sin un testigo, porque hacerlo podría interpretarse inmediatamente como un abuso de autoridad, como la manifestación de un instinto dominante y perverso, o de una “masculinidad tóxica”, para usar la expresión de moda. en los campus universitarios y en las revistas femeninas…

La película nos muestra cómo la administración, lamentable e irresponsable, mantiene la paranoia negándose a intervenir y calmar los ánimos. Después de todo, “el profesor sin duda tiene alguna responsabilidad”, “sus métodos deben ser cuestionados” – Esto es lo que acaban pensando algunos compañeros de Julien, incapaces de solidarizarse hasta el final. Sin pelotas, sin complicaciones… Y qué lástima si una terrible injusticia se desarrolla ante nuestros ojos. Al fin y al cabo, sólo Julien siente los efectos, lo que demuestra lo mucho que nos importa… El mismo comportamiento se pudo observar, en su momento, en el caso Samuel Paty.

La ironía, ¿el refugio definitivo?

A pesar de todo lo que soporta, nuestro valiente profesor –interpretado por François Civil– consigue mantener la frente en alto, se niega a dejarse vencer y acaba refugiándose en la mordaz ironía, último mecanismo de defensa ante una situación difícil. algo raro y repugnante. Un tipo de defensa que, evidentemente, no será suficiente para aliviarle toda esta presión psicológica.

A la vez cautivadora, estimulante y repugnante, la película de Teddy Lussi-Modeste no tiene la fuerza y ​​la radicalidad de La caza, la obra maestra de Thomas Vinterberg, la complejidad de su historia le impide reclamar cualquier forma de universalidad. Sin embargo, Sin olas Vale la pena el desvío, aunque sólo sea para su último cara a cara entre François Civil y el joven toscano Duquesne.

3 estrellas de 5

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