Ciertamente, la ampliación del período de cotización parece inevitable ante el envejecimiento demográfico. La simplificación de la multitud de planes de pensiones es evidente. Sin embargo, estas medidas, por necesarias que sean, constituyen sólo la punta del iceberg. Corren el riesgo de que no sean más que posturas vanas si no van acompañadas de una revisión profunda de nuestro contrato social.
Porque más allá de las cifras y de los cálculos actuariales, lo que está en juego es el futuro de nuestra sociedad. ¿Cómo podemos hablar de trabajar más tiempo sin invertir en formación (continua), lo que también requiere la alineación de las políticas regionales? ¿Cómo podemos reformar las pensiones de los docentes sin ofrecerles perspectivas reales de ofrecer una educación de calidad y sin apoyarlos en esta transición hacia una escuela más acorde con las necesidades de los ciudadanos del mañana?
Manifestación sobre las pensiones: ¿qué esperar este lunes?
Aún más grave es que el proyecto ignora la cuestión del trabajo arduo. En su búsqueda de ahorros, oscurece la realidad de quienes terminan sus carreras con la espalda encorvada y el alma magullada. ¿Qué pasa con el apoyo al final de la carrera? Los sindicatos, centrados en defender privilegios a veces obsoletos, también parecen haber perdido de vista estas cuestiones fundamentales. Sin embargo, su lucha ganaría relevancia si abarcara estas cuestiones.
Entonces, mientras los manifestantes se preparan para tomar las calles de Bruselas, es hora de recordar que la verdadera reforma de las pensiones no puede reducirse a un simple ejercicio contable. Debe reflejar una visión ambiciosa de nuestra sociedad, que combine justicia social, formación de calidad y dignidad en el trabajo. Sin esto, sólo pospondremos la fecha límite para un naufragio previsto, dejando que las generaciones futuras paguen la factura de nuestra miopía colectiva.
Related News :