Barcelona vive actualmente una doble realidad, un fenómeno evidente esta semana en Arabia Saudí. Por un lado, están las innumerables polémicas que rodean al club, mientras que por el otro, se está formando un equipo próspero y prometedor como si fuera su naturaleza. Esta vibrante incubadora ocupó un lugar central durante la Supercopa de España, ofreciendo a los aficionados del Barça el ansiado alivio que llevaban meses buscando. Durante noventa minutos no hubo ‘caso Negreira’, ni ‘caso Dani Olmo’, ni ningún gesto polémico por parte de su presidente. Simplemente fútbol en estado puro, un espectáculo que el Barça debe aprender a gestionar y cultivar de cara al futuro.
La actuación mostrada por el Barça no dejó lugar a polémicas. En lugar de protestar por una posible falta a Marc Casadó durante el gol de Kylian Mbappé, los jugadores mantuvieron su plan de juego y continuaron jugando, una directiva que Flick dejó clara días antes en su conferencia de prensa. “Afuera hay mucho ruido, pero tenemos que mantenernos unidos”, señaló el técnico alemán antes del partido. Juntos protestaron por el claro penalti de Camavinga a Gavi que supuso el segundo gol del Barça; unidos pidieron una posible tarjeta roja para el centrocampista francés que el árbitro Gil Manzano ignoró, y se mantuvieron unidos después de que Szczesny recibiera acertadamente una tarjeta roja por una falta sobre Mbappé cuando se acercaba a portería.
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Así se resumió toda la polémica durante un clásico que alcanzó alturas futbolísticas. Las gradas multicolores de Jeddah, donde se intercalaban ambos grupos de aficionados, tuvieron que pellizcarse para un espectáculo al que no estaban acostumbrados. No es de extrañar, ya que Lamine Yamal, Pedri, Raphinha, Casadó y el resto realizaron una actuación que recordó muchas de las señas de identidad del Barcelona, al tiempo que tomó elementos de los rivales con los que suele competir. Destacaron en la posesión, hicieron cortes incisivos en el espacio e incluso lograron defender resueltamente con un hombre menos, un escenario rara vez visto en un equipo dirigido por Flick.
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El Barcelona no tuvo más remedio que superar los días tumultuosos que vivió redescubriendo su ventaja competitiva. Bajo el liderazgo de Flick, han convertido la adversidad en ventaja, creando un búnker aislado de las distracciones, a pesar del ruido aplastante de los últimos meses. La euforia inicial con la que comenzaron la temporada dio paso a un descenso generalizado tras sus resultados a finales de 2024, descenso que alimentó la indignación a medida que se acercaban 2025.
El ‘caso Olmo’ no sólo no debilitó al equipo de Flick, sino que planteó un desafío que aceptaron colectivamente. Todo ese ruido exterior fue ahogado por un camerino que estaba inmerso en música, con los auriculares a todo volumen, y que ignoraba incluso los gritos del presidente en Arabia Saudí. El Barça de Flick, que salta al campo cada tres días, ignora el drama y se concentra en jugar al fútbol, tarea que realizó magníficamente en la Supercopa de España, conquistando su primer trofeo con el técnico alemán al frente.
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