Desde hace varios meses, un nuevo e importante cambio estratégico está tomando forma en Europa, como resultado de la guerra en Ucrania. Si bien el conflicto ya ha cambiado el rostro de la guerra terrestre desde 2022, ahora está reavivando la confrontación en un segmento de armamentos que Occidente había descuidado por completo desde el final de la Guerra Fría: los misiles de alcance intermedio, es decir, misiles con un alcance de 500 a 5.500 kilómetros. Estos misiles ahora ponen a Europa –y no sólo a Ucrania– directamente dentro del alcance de un ataque ruso.
Occidente se está tomando muy en serio la amenaza. El miércoles 8 de enero, el Ministro de las Fuerzas Armadas francesas, Sébastien Lecornu, hizo su primera referencia clara a estos desafíos en su discurso de Año Nuevo. “Algunos países están cruzando nuevos límites de proliferación […] y plantean el riesgo de poner en tela de juicio los grandes equilibrios estratégicos construidos en los tratados internacionales”, declaró.
La nueva vulnerabilidad de Occidente salió a la luz cuando Moscú disparó inesperadamente un misil de alcance intermedio contra la ciudad ucraniana de Dnipro el 21 de noviembre de 2024. Fue la primera vez en un teatro de guerra. Hasta ahora, este tipo de misil sólo había sido probado. Bautizado como “Orechnik”, el misil IRBM (o misil balístico de alcance intermedio) tomó a Occidente por sorpresa ya que esta arma no formaba oficialmente parte del arsenal de Moscú. Además, el desarrollo de IRBM estuvo prohibido hasta 2019, cuando Moscú y Washington se retiraron del tratado sobre Fuerzas Nucleares Intermedias (INF), que desde la Guerra Fría tenía como objetivo poner fin a la carrera armamentista en Europa.
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