En el taller de Villacampa, situado en las afueras de Pau (Pirineos Atlánticos), Jack Fauvel se embarcó en un proyecto “un poco loco”: “Hacer un esquí bastante ecológico, producción local para la práctica local”. Cuatro toneladas por centímetro cuadrado, la prensa de esquí acaba imponiendo su potencia a un nuevo par en producción. “Lo que oímos es el crujido de las fibras: hacer un esquí depende de la mecánica de los materiales y la química”, explica el jefe, observando (y escuchando) cómo la prensa afloja su agarre.
En 2015, este normando residente en Bearn se embarcó en la aventura, era funcionario en la región de Aquitania y soñaba con crear su propio negocio. A sus 45 años, ya ha tenido varias vidas profesionales: después de estudiar cine, trabajó en el sector audiovisual, luego diseñó software, antes de incorporarse a la administración.
Supo que los esquís se fabricaban “en un tiempo” en los Pirineos. “Me gusta la idea de recrear algo en el lugar donde existió”. Estos esquís pirenaicos son Villecampe, una marca creada a principios del siglo XX que, en los años 70, rivalizaba con Rossignol, pero que desde entonces ha cerrado. En homenaje, Jack Fauvel eligió el nombre de Villacampa, apellido original del creador de los esquís desaparecidos, originario de España, mientras que el taller recibió el nombre de “Manufacture à Félix”, su nombre de pila.
Una obra de arte
“Somos los únicos que esquiamos en los Pirineos”, afirma Eric Antier, 44 años, responsable de taller y desarrollo, una originalidad muy apreciada por este nativo de Pale. “Nadie sabe mucho sobre esta profesión, o eres carpintero o trabajas en composites, no hay una verdadera formación”, afirma el artesano. “Empezamos de cero, diseñamos nuestros esquís, definimos nuestros procesos, lleva tiempo”, añade su jefe.
Han pasado diez años desde la creación de la empresa y Villacampa produce actualmente entre cuarenta y cincuenta pares al año, “mucho para un artesano, pero poco para una empresa”, señala Jack Fauvel. Para sostener la actividad, busca innovar: ha puesto en marcha “clases magistrales” en las que el cliente acude al taller para crear sus propios esquís, inspirándose en lo que se practica en el mundo del surf. Sébastien Goninet, 55 años, jefe de una empresa de transporte, recibió este regalo de su esposa después de haberse enamorado de un par de zapatos Villacampa de uno de sus amigos.
Para el revestimiento de su pareja eligió una madera rara, el ébano blanco de Laos. “Parece una obra de arte, por eso me pone un poco nervioso usarlo”, dice el futuro propietario. “Pero también estoy deseando poder compararlos con los que tengo ahora”, afirma.
“Hermes del deporte”
El precio de catálogo de Villacampa oscila entre los 900 y los 1.500 euros el par: “Estamos dirigidos principalmente a entusiastas (…), personas a las que no les gusta la idea de cambiar de material cada cuatro mañanas y que tendrán una determinada exigencia”, subraya el fundador, que habla de “esquí patrimonial y sostenible”.
En total, según Jack Fauvel, hay una decena de productores de esquís artesanales en Francia en un mercado del esquí de alta gama que, de por sí, es muy competitivo. Además de la innovación, el presidente fundador de Villacampa tuvo que diversificar para mantener la actividad, especialmente durante los años de la Covid, creando también muebles a medida y artículos deportivos de madera.
En definitiva, el creador de Villacampa sueña con hacer de su empresa un “Hermès del deporte”. “Cuando compras de forma responsable, sabes que hay una historia y un conocimiento real detrás de ello”.
(afp/er)
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