Por Ndèye Suzanne Sy
Dakar, 28 dic (APS) – La diabetes tipo 1 que le diagnosticaron cuando tenía 16 años la obliga a tomar insulina toda su vida, pero nada en su situación impide a Aida Seck la determinación de vencer y seguir sonriendo a pesar del peso de la enfermedad.
Treinta y tantos años, Aïda se enfrenta a las limitaciones inherentes a su situación y se ve obligada a inyectarse insulina dos veces al día, una rutina para esta nativa de Bargny, una ciudad costera del departamento de Rufisque.
Saber que ella no es la única persona con diabetes en su familia le trae algo de paz.
»Vengo de una familia de diabéticos. Mi abuela padecía esta enfermedad. Toda la familia de mi madre es diabética, a diferencia de la de mi padre, que no padece diabetes”, confiesa.
La diabetes corresponde a un aumento prolongado de la concentración de glucosa en sangre: esto se llama hiperglucemia. En el caso de la diabetes tipo 1, este trastorno se debe a una deficiencia de insulina, hormona que regula el azúcar en sangre.
De tez clara y cintura esbelta, Aida, diabética desde 1998, cuando tenía 16 años, decidió luchar contra la enfermedad. Para ella, no se trata de darse por vencido. Con la fe sobre sus hombros, no se deja afectar por el peso de la enfermedad.
“La diabetes no es una enfermedad. Es una cuestión de buenos modales. Se trata de ver cómo vivir con la enfermedad. Podemos vivir con ello durante varios años”, explicó.
“Donde vivo en Bargny, si no declaro que estoy enfermo, nadie puede dudar de que tengo diabetes. No dejo que la enfermedad me afecte. Sigo mi dieta, tomo mis medicamentos. Eso no me impide seguir con mis asuntos”, asegura con una sonrisa en los labios.
1998, el comienzo de los tormentos
El 5 de mayo de 1998 es una fecha que quedó grabada en su memoria, no porque correspondiera al día después de Tamkharit, festividad que marca el inicio del nuevo año islámico, sino porque fue ese día cuando se enteró de su enfermedad.
“Antes no sabía nada de diabetes. En 1998, cuando acababa de celebrar mi cumpleaños número 16, me dieron la noticia. Imagínense un adolescente, a esa edad, al que no le importan los problemas de la vida. Fue muy difícil para mí aceptarlo. Nunca olvidaré ese día. Me pasé días enteros llorando”, confesó.
“Nunca había oído hablar de eso. Fue el día de Tamkharit cuando sentí dolor en el pecho. Le dije a mi madre quien me aseguró que no era nada grave, justificando el dolor por el hecho de haber comido mucho cuscús. Me sentí mal al día siguiente. Mi familia me envió al Instituto Pasteur de Dakar, donde me hicieron pruebas que dieron positivas”, explica esta paciente, que hoy tiene 32 años.
A continuación, Aida Seck fue evacuada al departamento de pediatría del Hospital Principal de Dakar, donde recibió tratamiento inicial.
“En la sala de pediatría me enseñaron cómo usar insulina. En ese momento yo tenía 16 años. Aprendí a inyectarme con una jeringa todos los días para tomar mi insulina”, informa.
Su cuerpo lleva en sus brazos las marcas de las mordeduras que no duda en montar, marcas aún más visibles debido a su tez clara.
El centro Marc Sankalé, esperanza para los enfermos
Para que un tratamiento sea eficaz, Aïda Seck está obligada a realizarse análisis cada tres meses en el centro de atención al diabético Marc Sankalé del hospital Abass Ndao, donde fue remitida desde el principio para recibir cuidados específicos y adaptados a su situación.
“Éste es mi hospital”, confiesa feliz al hablar de este hospital de Dakar, especializado en el tratamiento de los casos de diabetes.
“A muchos de nosotros nos siguen allí. Cuando llegué me encontré con muchos niños, pero también adultos que habían vivido con la enfermedad durante mucho tiempo. Cuando llegué al centro había muchos niños que ahora son adolescentes”, explicó.
Este descubrimiento le dio mucha fuerza y reforzó su voluntad de luchar contra la diabetes, de “vivir con ella sin preocuparse”, dice, más decidida que nunca, aun sabiendo que la lucha que tiene comprometida no está ganada de antemano. Dice ser consciente de la dificultad de combatir la diabetes a diario y vivir al máximo su juventud.
“Al principio fue difícil aceptarlo como joven. Pero al tomar la diabetes con filosofía, no se siente realmente el peso”, confiesa el paciente, antes de añadir: “Antes me encerraba a llorar durante horas. Cuando lo acepté, luché hasta encontrar un equilibrio”.
El único inconveniente, en su opinión, sigue siendo la atención, que no está al alcance de todos.
“Dependo de mi familia para mi cuidado. Ella es quien me apoya y me ayuda para que pueda cubrir los costos vinculados a mis análisis”, reveló.
Aïda Seck también cuenta con el apoyo de algunos miembros de la Asociación de Apoyo al Diabético, ASSAD.
Diabetes, tratamiento caro
Según Baye Oumar Guèye, presidente de ASSAD, el 80% de los miembros de la asociación que dirige proceden de familias pobres. Y a pesar de las acciones solidarias llevadas a cabo por ASSAD para ayudar a ciertos pacientes a hacer frente al elevado coste del tratamiento de su enfermedad, los esfuerzos de la asociación a veces resultan en vano.
De hecho, algunos simplemente no lo logran y abandonan el fantasma. ASSAD, para honrar la memoria de estos fallecidos, organizó una ceremonia de homenaje en el hospital Abbas Ndao, con motivo de la celebración de la edición 2024 del Día Mundial de la Diabetes 2024.
Consciente de todas estas dificultades, Aida Seck invita a las mujeres a escuchar a sus hijos para prevenir complicaciones.
“Hago un llamado a todas las mujeres que tienen hijos diabéticos, pidiéndoles que los acompañen y apoyen”, dijo.
En su opinión, las madres deben desarrollar una mayor complicidad con sus hijos para ser conscientes de sus necesidades y poder llevarlos a consulta si es necesario.
Inspirándose en su caso, dice estar convencida de que sólo una madre “puede controlar a su hijo y detectar una anomalía cuando se produce”.
Respecto a los niños que aún están en edad escolar, señala que si el niño tiene que ir al colegio, la madre debe poder contactar con su profesora para hablar con ella sobre la situación del niño y señalarle sus “necesidades específicas”, lo que permitiría al docente integrarlos.
“El niño, bajo la influencia de sus compañeros, puede querer, por ejemplo, comprar zumos o patatas fritas que no son recomendables para un niño diabético”, advirtió el paciente, considerando que sólo los padres pueden apoyar a los niños en la lucha contra la diabetes.
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