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En Limoges, la pequeña Luce fue invitada bajo el árbol de Émilie y Florian

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Le dio tiempo a su madre para disfrutar su plato de pato, pero no para probar el queso. Esperada para el 16 de enero, la pequeña Luce finalmente eligió la noche de Navidad para debutar en el mundo. A una hora de donde sus padres estaban pasando la Nochevieja.

“Estábamos en casa de mi madre para Nochevieja, en Châteauroux”, dice Émilie. Cuando las contracciones se apoderan de su estómago, la tabla de quesos aún no está sobre la mesa, pero la mayoría de los regalos han sido desenvueltos. A pesar de algunas dudas – “no queríamos ir al MCH en vano” – se tomó la decisión de trasladarnos a Limoges. Émilie corre un riesgo muy alto de contraer una enfermedad rara después de dar a luz. Châteauroux no puede afrontar este riesgo, incluso si la madre es de Berry.

Son las 23:00 horas, la maleta de maternidad está en el maletero y Elie, de 5 años, puede pasar la noche en casa de su abuela, mientras espera encontrarse con su hermana pequeña. La frecuencia del dolor de Emilie anuncia que es hora de partir.

Más de una hora en coche

En el camino, la niebla no ayuda al avance de Florian, el compañero de Émilie. “Ella seguía preguntando si estábamos lejos”, dice. En el asiento del pasajero, da vueltas y vueltas… Imposible encontrar una posición cómoda. El camino, del que siente la más mínima imperfección, durará más de una hora. Cuando entra en la sala de maternidad, el pase se abre a las 3. Es la una de la madrugada y el equipo que la recibe lleva diademas navideñas.
El parto será breve, sin complicaciones. “La matrona puso los pies en los estribos a las 6:09 y Luce nació a las 6:13, con sólo dos empujones, con tranquilidad”, confiesa Florian, asombrado.

Con un gorro rosa en la cabeza y envuelta en el saco de dormir que llevaba su hermano mayor, la pequeña Luce pronto encontrará los brazos de Morfeo para recuperar fuerzas. El rostro sereno. Imperturbable. Cerca de ella contrastan sus padres, con el rostro marcado por el desvelo de la noche. Pero su mirada, ciertamente rodeada, se vuelve con ternura hacia quien les trastornó el fin de año.

Un nombre que trae luz

“No queríamos llamarla Lucie directamente, como mi abuela, pero queríamos inspirarnos en este nombre. Ya lo teníamos pensado durante el primer embarazo”, explica Émilie. “Luce” por “Lucie”, por tanto, pero también por lujoses decir “ligero”. Todo un símbolo… de la Navidad.

Además, deberíamos ver una señal en esto: La sombra que se cernía sobre Émilie se ha disipado. No contrajo la enfermedad a la que las estadísticas casi la habían condenado.

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