Un gran escándalo rodea la explotación de circonio en Senegal, orquestada por la Grande Côte Opération (GCO), filial de la multinacional francesa Eramet. Como revela Libération, esta actividad, aunque prometedora para la economía nacional, se está convirtiendo en un pozo financiero para el Estado senegalés y en un desastre medioambiental para las poblaciones locales.
Beneficios colosales, migajas para Senegal
A pesar de su posición entre los mayores productores de circón del mundo, Senegal sólo cosecha migajas. Como señala Libération, GCO, en la que el Estado posee el 10% de las acciones, nunca ha pagado dividendos. Oficialmente, esta situación se explica por deudas que la empresa afirma tener que pagar todavía, según un acuerdo firmado con el antiguo régimen.
En lugar de dividendos, GCO paga una mísera regalía del 4% sobre el valor de mercado del circón, un porcentaje muy por debajo de lo que debería recibir un país rico en recursos naturales. Pero eso no es todo: Libération revela que GCO vende su circón a Emas, otra filial de Eramet, a un precio tres veces inferior al de mercado. Una práctica que maximiza los beneficios de Eramet y al mismo tiempo reduce drásticamente los ingresos adeudados a Senegal.
Minería con graves consecuencias ecológicas
Más allá del aspecto financiero, la explotación del circón por parte de GCO representa una amenaza directa para el medio ambiente y las poblaciones locales. Como explica Libération, miles de hectáreas, especialmente en la región de Niayes, en Lompoul, están sufriendo una degradación irreversible. Los proyectos de reforestación y fijación de dunas, apoyados por socios españoles, se ven comprometidos por la actividad minera.
Los impactos ambientales enumerados por la Federación de Asociaciones de Desarrollo Comunitario (Fadec Nord/Nesi) son alarmantes:
• Disminución de los rendimientos agrícolas y reducción de las superficies hortícolas.
• Contaminación del suelo y riesgo de contaminación del manto freático, especialmente por residuos radiactivos.
• Deforestación masiva y destrucción de ecosistemas locales.
• Proliferación de enfermedades pulmonares y renales relacionadas con la contaminación del aire.
A pesar de estos hallazgos, la compensación prometida a las poblaciones afectadas tarda en materializarse, lo que refuerza su sentimiento de abandono.
Un viento de protesta contra Eramet y GCO
Ante estos abusos, la movilización se está intensificando. Los abogados, encargados por organizaciones locales, enviaron un aviso formal a GCO exigiendo un acuerdo amistoso, amenazando con llevar el asunto a los tribunales. Pero, como informa Libération, la empresa no tomó ninguna medida al respecto, alimentando la ira de las comunidades locales dispuestas a oponerse físicamente a la explotación.
Se espera que una auditoría levante el velo
La auditoría financiera anunciada por la Société des mines du Sénégal (Somisen) podría arrojar luz sobre las prácticas cuestionables de GCO y Eramet. En su comunicado de prensa, Somisen señala problemáticas “prácticas convencionales y financieras” que privan al Estado de los ingresos que tiene derecho a esperar. Pero la cuestión va más allá de las cifras: se trata también de proteger los ecosistemas y garantizar los derechos de las poblaciones locales, como señala Libération.
Un símbolo de soberanía vendida
El asunto GCO ilustra los abusos de un sistema en el que la riqueza natural de Senegal beneficia a las multinacionales más que a sus ciudadanos. La combinación de escándalos financieros y ambientales expone las fallas en los acuerdos celebrados con empresas extranjeras. Para el Estado senegalés, ha llegado el momento de sentar las bases de una minería transparente, respetuosa con las personas y el medio ambiente.
Con las ganancias capturadas por Eramet y una tierra debilitada, el circón, recurso estratégico, se convierte en el triste símbolo de la explotación depredadora. Y como señala Libération, es hora de que Senegal recupere el control de sus recursos y garantice una redistribución justa de la riqueza.
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