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Limoux. Frente a Aviñón, los Blanquetiers se ofrecen un bonito regalo de Navidad

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lo esencial
Después de dos reveses sucesivos, los rojinegros mostraron una cara muy diferente este sábado en la Aiguille.

Las lluvias casi continuas que dominaron la mañana no auguraban nada bueno en términos de espectáculo para el encuentro de la tarde en el estadio de Aiguille. De hecho, es sobre un terreno embarrado donde los veintiséis actores entran al terreno de juego ante un público más acostumbrado a las reuniones dominicales.

Sin embargo, a pesar de estas condiciones climáticas anglosajonas, los Limouxin tenían las mejores intenciones. Así, desde el inicio del partido, invaden el campo contrario de tal manera que pasan unos buenos diez minutos antes de que el bisonte vauclusiano pueda reaccionar tímidamente a las embestidas de los delanteros locales. Estos mismos delanteros parecen particularmente inspirados, como Valentín Yesa que, derribando a tres oponentes en sus nalgas, marca el primer try bajo los postes. Diligentes, metódicos y sorprendentemente hábiles dadas las condiciones climáticas, los blanquetiers sofocaron a los avignoneses que rápidamente comprendieron que la reunión no iba a ser pan comido.

Es más, la defensa local se mostró intratable y los tímidos intentos blanquiazules de acercarse al campo de Limoux quedaron, durante ochenta minutos, reducidos a nada.

Crunel el fuego fatuo limouxin

A pocos minutos del final de la primera parte, el joven extremo de Limoux hizo un slalom desde 22 metros, olvidándose de un terreno anegado y de un balón resbaladizo. Hervido como un infierno, el jugador local de Blanquetier atravesó con insolencia el campo para anotar el punto para los visitantes.

22 a 0 en la época de los limones, las esperanzas de un hipotético regreso de los Vauclusiens son muy escasas. Sobre todo porque la segunda mitad parece una copia y pega de la primera. Fue el turno de Dall’asta de recuperar una oferta de Ford que acababa de robar el balón al último defensa del Aviñón.

A partir de ahí, los visitantes intentaron salvar el honor. Durante unos diez minutos aumentaron los ataques, pero los rojinegros habían decidido cerrar todas las puertas. Si bien la causa había sido escuchada desde hacía mucho tiempo, se esforzaron con enojo por repeler los ataques desesperados de los jugadores de la Ciudad de los Papas.

Por el contrario, fue el turno de Zac Santo de demostrar toda su clase. Asestando el golpe al resignado bisonte, él a su vez superaría a los últimos defensores y anotaría bajo los postes. 34 a 0, hacía tiempo que se decía misa y los Limouxins querían darse un bonito regalo de Navidad para ellos y su afición, como nos recordó el central Quentin Garrouste tras el pitido final.

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