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El Girondins de Burdeos, una afición como ninguna otra.

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Salvo las hazañas de sus vecinos en las competiciones más antiguas, casi nunca hablamos de Nacional 2.

Excepto esta temporada, gracias o a causa del Burdeos, este monumento del fútbol francés lleva seis años a la deriva financieramente y el paso bajo la bandera estadounidense entonces en manos de Gerard López, ahora persona non grata por su gestión y la deuda acumulada en las últimas temporadas -118 millones de euros según el tribunal mercantil-.

“En nuestra burbuja”

Su presupuesto esta temporada, estimado en 7 millones de euros, y su forma de actuar para marcharse han disgustado a varios de sus nuevos competidores. “Somos el equipo que la gente quiere ver perder en cada partido, pero eso no nos preocupa más que eso, estamos realmente en nuestra burbuja”, dijo el centrocampista Adrien Louveau.

El paciente de Burdeos, ayudado por John Williams, ex director deportivo de Amiens que no figura en su nuevo organigrama, tuvo que formar urgentemente dos equipos – su reserva juega en N3 – tan pronto como su colocación en recuperación legal.

Consiguió repatriar a jugadores locales, formados o pasados ​​por sus filas, como el defensa Cédric Yambéré (42 partidos de la L1 de 2014 a 2016), que jugó en las Islas Feroe, en Klaksvík, involucrado en la Conference League (C4), o el extremo. Sofiane Bahassa.

“Aproveché esta oportunidad porque el Girondins sigue siendo mi club favorito”, recuerda este último.

11.000 espectadores en casa

Otros vinieron para “el proyecto de reconstrucción”, como el ex portero del Valenciennes Lassana Diabaté, que empató de cabeza ante el Poitiers en el primer partido de septiembre (1-1), con contratos federales que oscilaban entre 1.100 y 5.000 euros al mes.

Entre ellos destaca el delantero Andy Carroll, ex estrella inglesa del Liverpool (35 años, 248 partidos de la Premier League, 9 internacionalidades) con un salario anunciado (1.614 euros) inferior al alquiler y que viene “por amor al fútbol”.

Una apuesta ganadora (7 goles marcados en 8 partidos disputados, 8 puntos aportados), seguida de cerca por los periodistas deportivos y famosos de su país.

Suficiente para halagar el ego de los aficionados, muchos de ellos heridos por el descenso sufrido, pero que se reúnen en número de 11.000 los días de partido en el Matmut Atlantique y pueden seguir a sus favoritos más fácilmente por televisión – retransmisión gratuita en un canal local – que un actual L1. club.

Partidarios enemigos

El único inconveniente: el antagonismo entre dos grupos de aficionados, los Ultramarines y la Puerta Norte, no se ha disipado con el doble descenso y penaliza a otros aficionados, que tienen prohibido viajar desde el inicio de la temporada.

Hasta entonces, el recorrido del Burdeos en la Copa de Francia (5 partidos) se desarrollaba a puerta cerrada y la prefectura exigía que los dos grupos enemigos firmaran “un pacto de no agresión” para autorizar la asistencia del público contra el Rennes. Se esperan unos 19.600 espectadores.

En el día a día, los jugadores funcionan como profesionales “excepto los desplazamientos que se hacen en autobús y el importe de las multas porque no tenemos salarios profesionales”, recuerda el entrenador Bruno Irlès.

El castillo de Haillan sigue albergando su formación, pero ya no es el centro de formación que cerró después de haber proporcionado a tantos jugadores internacionales (Giresse, Roche, Dugarry, Lizarazu, Mavuba, Koundé, Tchouaméni…) y los últimos 86 empleados tuvieron que marcharse. del local, despedidos mediante un simple correo electrónico sin una palabra de consuelo o apoyo por parte de los directivos.

En embuscade (3es) en el grupo B de la N2, a 10 puntos de Saint-Malo y con un partido tarde, el Girondins sólo tiene en mente el ascenso a la Nacional y considera la llegada del Rennes como una ventaja.

“Pero no vamos a llegar a la mitad del camino. Será divertido jugar”, advierte Adrien Louveau.

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