Entrevista
3 de diciembre de 2024
Después de una década marcada por una importante presencia militar francesa en África Occidental, en particular a través de las operaciones Serval y Barkhane, la década de 2020 parece ser la de un declive inexorable de su influencia en el continente. La secuencia de golpes de Estado en Mali (2021), Burkina Faso (2022) y Níger (2023) había provocado una profunda ruptura entre estos Estados del Sahel y París. El 28 de noviembre, el anuncio de Yamena sobre la terminación de los acuerdos de defensa entre Francia y Chad, pocas horas después de la visita del Ministro francés de Asuntos Exteriores, reforzó aún más esta dinámica. ¿En qué contexto surge esta decisión de Chad? ¿Por qué el país tomó esta decisión? ¿Cuáles podrían ser las consecuencias? ¿Qué futuro tendrá la influencia francesa en África? Actualización con Francis Laloupo, investigador asociado de IRIS, especialista en geopolítica africana.
¿Cuál es la historia de las relaciones entre Francia y Chad en términos de defensa y seguridad?
Tras el acuerdo firmado en 1976 y revisado en 2019, esta cooperación estuvo marcada por operaciones específicas. Entre las más emblemáticas, la Operación Manta, establecida a principios de los años 1980 y destinada a contrarrestar el deseo de Libia de expansión territorial, garantizando al mismo tiempo la protección del régimen chadiano contra las amenazas internas. Presentado como un actor que contribuye a la “estabilización” de Chad, el ejército francés ha sido a menudo designado como un elemento de apoyo al régimen vigente, reacio a promover el progreso democrático. La puesta en marcha de la Operación Épervier, de 1986 a 2014, permitió consolidar la presencia francesa a largo plazo, con el establecimiento de bases militares. Este sistema, basado en una relación llamada privilegiada con regímenes sucesivos, ha convertido a Chad en un punto de apoyo esencial para la política de seguridad de París y en un polo estratégico histórico de influencia francesa en el África subsahariana. En el marco de esta cooperación reforzada, los contingentes chadianos se dirigieron hacia Mali en apoyo de la Operación Serval en 2013, para luchar contra los grupos terroristas armados (GAT). Posteriormente, Chad acogió el cuartel general operativo de la Operación Barkhane. Al mismo tiempo que París se ocupaba de establecer su presencia militar en esta región, el ejército chadiano adquirió una reputación elogiosa en la lucha contra los grupos yihadistas.
¿Cómo entender el anuncio del Chad de poner fin a los acuerdos de cooperación con Francia?
En primer lugar, hay que recordar que no es la primera vez que se pone en duda la presencia militar francesa en este país. Desde 1975, los actores políticos, tanto de la clase dominante como de la oposición, han pedido periódicamente la salida de las fuerzas francesas. Tres días después del comunicado de prensa difundido el 28 de noviembre por el Ministerio de Asuntos Exteriores, el Jefe de Estado, Mahamat Déby Itno, explicó el texto, para aclarar que la ruptura anunciada “sólo se refiere al acuerdo de cooperación militar en su configuración actual”. . Subrayó la obsolescencia de un acuerdo inadecuado para las actuales realidades geopolíticas, estratégicas y de seguridad, y para la plena expresión de la soberanía del Chad. Por el momento, a diferencia de los países de la Alianza del Sahel (AES) –Mali, Níger, Burkina Faso– que han elegido una distancia conflictiva con Francia, Chad indica que su decisión no significa una ruptura en la historia de la asociación con Francia, y el El fin de la cooperación en materia de seguridad, en su forma actual, debe organizarse de manera concertada y gradual.
¿En qué contexto interno y regional se produce esta posición del Chad?
Debe verse en el contexto de los cambios que se están produciendo en el espacio político desde la muerte en 2021 del presidente Idriss Déby Itno. Con la llegada al poder de su hijo Mahamat Déby Itno, el nuevo ejecutivo deberá enfrentarse a las diferentes corrientes y opiniones políticas para establecer una cierta forma de legitimidad. La cuestión es garantizar la continuidad de un sistema, al tiempo que se producen signos de ruptura que atestiguan una nueva forma de gobernanza. En este sentido, hay que tener en cuenta la centralidad de la cuestión de la seguridad en este país marcado, durante décadas, por episodios de conflictos político-militares, y hoy enfrentado al problema del GAT. El gesto de Chad hacia Francia se basa en dos argumentos: por un lado, una relectura de la base y la relevancia de los acuerdos militares marcados por la historia colonial y, por otro, la voluntad declarada del país de diversificar sus asociaciones. Desde 2022, el ejecutivo chadiano trabaja para lograr un acercamiento con nuevos socios “estratégicos”, como Rusia, Turquía, los Emiratos Árabes Unidos y Hungría. En el contexto de esta decisión de Chad, se están produciendo agitaciones políticas y reordenamientos de alianzas diplomáticas en el Sahel y, más en general, en África occidental.
¿Qué factores contribuyeron a estos trastornos?
Podemos señalar, entre otras cosas: la alteración de la estrategia francesa de influencia militar en el Sahel en los últimos años, la presión de opiniones contrarias al mantenimiento de las bases militares francesas percibidas como un símbolo neocolonial, los procesos de diversificación de las asociaciones emprendidas por Los Estados africanos, la exacerbación de las rivalidades entre las grandes potencias, las ofensivas rusas en el continente, el shock y las consecuencias de la guerra informativa librada por Moscú en los países francófonos al sur del Sahara…
¿Podría Francia anticiparse a la decisión de Chad?
Tras la retirada forzosa de la fuerza de Barkhane del Sahel en 2022, París anunció una reconfiguración o un redimensionamiento de su sistema militar, particularmente en África Occidental y Central. El objetivo era tener una presencia menos visible a nivel militar. En junio de 2024 se anunció una drástica reducción de la plantilla en todos los países afectados. Si bien Francia se ve obligada, debido a la evolución geopolítica, a repensar su presencia militar en su dimensión política, claramente se vio sorprendida por el acto algo espectacular llevado a cabo por Chad. Quizás porque ante los movimientos actuales en los países de su antiguo territorio, ya no es el amo de los relojes. La decisión de Yamena representa en cierto modo el fin de una era, la de las operaciones exteriores francesas (OPEX) en el continente.
¿Qué impacto podría tener esta retirada francesa para Chad en una dinámica regional marcada por la inestabilidad y los conflictos?
Si Chad puede contar con la experiencia de sus fuerzas de defensa para enfrentar las amenazas a la seguridad, las autoridades son muy conscientes de que la lucha contra los grupos armados no estatales no puede llevarse a cabo sola. A corto y medio plazo, la decisión adoptada por Yamena no cambiará significativamente la gestión de la situación de seguridad en el país y su entorno regional inmediato. Tendremos que permanecer atentos a la forma en que los líderes diseñan las nuevas directrices para la cooperación militar. Entre las opciones probables, un reformateo de la cooperación militar con Francia, basada en apoyo técnico y logístico, o en módulos únicos de asociación estratégica; A este último escenario se podría sumar la integración de nuevos socios como Rusia y Turquía, entre otros. Sin embargo, tal aleación no ofrece, a priori, las garantías de compatibilidad operativa o incluso diplomática entre los diferentes actores externos así requeridos.
¿En qué medida podrían beneficiarse de la nueva situación los rivales estratégicos de Francia, empezando por Rusia?
Sería interesante conocer los términos del acercamiento observado en los últimos meses entre las autoridades chadianas y rusas. ¿Podría Chad, a su vez, adoptar el protocolo de asistencia de Rusia, como el que se aplica actualmente en los países del AES? El presidente Mahamat Idriss Déby dejó claro que “Chad no está en modo alguno en la lógica de sustituir una potencia por otra, menos aún en una estrategia de cambio de dueño”. Si bien es cierto que una retirada francesa de Chad podría constituir una ganancia política adicional para Rusia en esta región, la situación interna de Chad es, en muchos aspectos, muy diferente de la de sus vecinos AES. Es dudoso que incluir a Yamena únicamente en el protocolo de asistencia de Rusia produzca las respuestas necesarias y suficientes a sus diversos problemas internos. En cuanto a la ecuación de seguridad, la experiencia de los regímenes AES demuestra claramente que la cooperación exclusiva con Rusia está lejos de producir los resultados esperados. Estamos asistiendo más a una expansión de la amenaza y la violencia terrorista que a su contención.
Si bien Senegal también acaba de anunciar su deseo de que las tropas francesas abandonen su territorio y ya han tenido que abandonar el resto del Sahel, ¿qué lugar puede ocupar todavía Francia en el continente africano?
También es importante subrayar la especificidad del caso y contexto senegalés. La cuestión del cierre de la base militar francesa y la retirada de los soldados no es nueva allí. Fue formulada por el presidente Abdoulaye Wade durante sus dos mandatos, entre 2000 y 2012. Esta posición de Senegal ha alimentado significativamente las reflexiones sobre las bases francesas en África durante las dos últimas décadas. El actual ejecutivo, en funciones desde abril de 2024, ha emprendido una reformulación de esta demanda, integrándola en un corpus ideológico nacionalista y soberanista que constituye la base de su mandato y uno de los capítulos de sus promesas electorales. En el marco de la reconfiguración de la presencia militar francesa, París había considerado en particular retener 100 soldados de los 350 todavía presentes en Senegal. El presidente senegalés, Bassirou Diomaye Faye, prefiere por tanto la eliminación total de la base militar, aunque aboga por una diversificación de las asociaciones exteriores. Esta secuencia subraya simbólicamente la necesidad de que París asuma definitivamente el peso que siempre ha pesado sobre una forma de presencia militar inseparable, a los ojos de la opinión pública, del pasado colonial. Ahora se comprende que la tradicional ostentación de la herramienta militar se ha vuelto menos relevante, incluso anacrónica, dados los cambios que se están produciendo en los países afectados. Francia, al igual que otras potencias, debe presentar opciones diplomáticas que estén más en sintonía con las expectativas de sus socios africanos, casi siete décadas después de la independencia. Quizás con esta condición podrá, en el futuro, mantener márgenes de acción en un contexto africano donde las rivalidades entre potencias externas están alcanzando actualmente una intensidad excepcional.
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