lEste desaire es tanto más mordaz cuanto que es doble. Al mismo tiempo que el jueves 28 de noviembre Chad anunciaba la rescisión de su acuerdo de defensa con Francia, Senegal hacía saber que tampoco quería la presencia de soldados franceses en su suelo. La motivación de los dos países para exigir el cierre de las bases militares que querían mantener desde su independencia en 1960 es casi idéntica. Ha llegado el momento de que Chad“afirmar la soberanía plena y completa”declararon las autoridades de Yamena, mientras, en una entrevista concedida a El mundoafirmó el presidente de Senegal, Bassirou Diomaye Faye: “¿Por qué necesitaríamos soldados franceses en Senegal? (…) Esto no corresponde a nuestra concepción de soberanía e independencia. »
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La noticia anunciada por Yamena poco después de la visita del ministro francés de Asuntos Exteriores, Jean-Noël Barrot, tomó por sorpresa a París. Al igual que la declaración del Sr. Diomaye Faye, publicada en el mismo momento en que Emmanuel Macron hizo un gesto conmemorativo hacia Senegal, al reconocer oficialmente que las fuerzas coloniales francesas habían cometido un « masacre » en Thiaroye, cerca de Dakar, el 1es Diciembre de 1944, una realidad oculta.
El golpe es duro, sobre todo en Chad, primera colonia unida a la Francia Libre, utilizada desde hace décadas como auténtico “portaaviones” francés en África y donde están estacionados un millar de soldados franceses, mientras que alrededor de 350 se encuentran en Dakar. Después de la salida forzosa de los soldados franceses de Mali en 2022, Burkina Faso y Níger en 2023, se trata de un nuevo revés grave para París.
Una estrategia de pequeños pasos de difícil lectura
Si los modos de gobierno difieren ampliamente en los dos países –un régimen militar autoritario en Yamena, una democracia liderada por un dúo panafricanista “antisistema” en Dakar–, el rechazo de la presencia militar francesa responde al mismo contexto : su rechazo por parte de una gran parte del público, especialmente los jóvenes, y las múltiples ofertas de servicios (estadounidenses pero también rusos, chinos, turcos, saudíes o israelíes) que ahora reciben los jefes de Estado africanos.
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Francia es así sancionada por haber tardado en aprender las lecciones de esta globalización del continente, en particular la que afecta a sus antiguas colonias, donde se ha sentido “como en casa” durante demasiado tiempo. Después de proclamarse portador de unas nuevas relaciones con África, liberadas del peso del pasado colonial, Emmanuel Macron adoptó, bajo la influencia de una parte de los círculos políticos y militares franceses, una estrategia de pequeños pasos de difícil lectura, encaminados a manteniendo una presencia reducida y más discreta. La ambigüedad de ciertos líderes africanos para quienes los soldados franceses han servido durante mucho tiempo como seguro de vida no ha ayudado.
Pero en lugar de plantear la clara perspectiva de una retirada negociada que exige la situación, Macron intentó ganar tiempo nombrando a un “enviado personal”, Jean-Marie Bockel, cuyo informe, finalmente presentado el lunes 25 de noviembre y mantenido como confidencial, acaba de sido barridos en gran medida por las decisiones de Dakar y Yamena. Ahora es urgente que el ejecutivo francés gane en clarividencia, claridad y coherencia, de lo contrario se condenará a estar, como estos días, un paso por detrás de las realidades africanas y a ser señalado, en beneficio de los nuevos “amigos” depredadores del continente. .
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