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“Mientras Alemania flaquea, Francia debe tomar las riendas de Europa para hacer valer otra visión”

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Alemania, que alguna vez fue considerada un motor económico y un modelo de estabilidad política, hoy ve su liderazgo debilitado. Una oportunidad para Francia, según William Thay, presidente de Millénaire y Pierre Clairé, director adjunto de Estudios Millénaire y coautor de la nota “Alemania en crisis, una oportunidad para que Francia reequilibre Europa”, que debe imponer otra visión de la economía europea. política.

Alemania, considerada durante mucho tiempo el motor económico y político de la Unión Europea, está atravesando un período de turbulencia sin precedentes y el país parece tambalearse bajo el peso de sus propias contradicciones. Para Francia, esta situación ofrece una rara oportunidad: redefinir el equilibrio europeo proponiendo un nuevo camino frente al debilitado liderazgo alemán.

El papel de Alemania como motor económico de Europa es una historia que está perdiendo fuerza. Si la disciplina presupuestaria alemana podía ser elogiada en tiempos de estabilidad, su intransigencia en materia de austeridad después de la crisis financiera de 2008 o la crisis de deuda soberana de 2012 resultó ser una verdadera camisa de fuerza para Europa.

Alemania, un freno a la política europea

Los países del sur, como Grecia, Italia y España, han pagado un alto precio por la intransigencia de Berlín: recesiones prolongadas, desempleo masivo y tensiones sociales. La influencia alemana en el Banco Central Europeo (BCE) ha reforzado esta inacción. Un euro fuerte pudo haber impulsado las exportaciones alemanas, pero penalizó a las economías menos competitivas del bloque, acentuando los desequilibrios dentro de la eurozona.

En retrospectivala decisión de Alemania en 2015 de acoger a más de un millón de inmigrantes resultó ser una catástrofe política. Si bien al principio fue aplaudido como un gesto humanitario audaz, las consecuencias fueron desastrosas. Dio la impresión de que toda Europa estaba preparada para absorber flujos migratorios masivos, aumentando la presión sobre países ya debilitados como Italia y Grecia.

Durante mucho tiempo, para apoyar su demografía en declive y esconderse detrás de una fachada de humanismo, Alemania nunca quiso que Europa luchara eficazmente contra la inmigración ilegal. Sin embargo, esta posición no resistió ante las dificultades internas, mostrando cierta hipocresía del motor europeo que negaba los principios defendidos anteriormente, con el restablecimiento de los controles fronterizos.

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La política alemana ha fortalecido no sólo sus propias dependencias, sino también las de sus vecinos. Al depender de importaciones de gas barato desde Rusia y bloquear el desarrollo de fuentes alternativas como la energía nuclear, Alemania ha comprometido la seguridad energética de la Unión Europea.

Asimismo, las exportaciones alemanas a China dieron forma a acuerdos comerciales que servían principalmente a los intereses de Berlín, que era el único interlocutor de los chinos en Europa, en detrimento de una estrategia europea coherente. Acuerdos controvertidos como el del Mercosur ilustran aún más esta tendencia: favorecer ganancias económicas inmediatas, a menudo en detrimento de las industrias europeas y de nuestro modelo social.

Ayer campeón, hoy en dificultad

Alemania, que alguna vez fue considerada el motor económico confiable de Europa, hoy parece estar perdiendo impulso. Las cifras son abrumadoras: contracción del 0,1% del PIB en 2023 y previsiones de crecimiento anémico para 2024, con un tope del 0,7% para 2025. Esta desaceleración económica plantea interrogantes: ¿Alemania todavía es capaz de impulsar a Europa hacia arriba, o se ha convertido en una carga para Europa? la Unión? En el pasado, se seguía al país por interés o porque daba la impresión de conocer la receta para una economía exitosa, pero ya no inspira confianza…

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Los pilares de su industria (automóviles, manufacturas, exportaciones) se tambalean bajo la presión de problemas estructurales y una mayor competencia internacional. Se destacan la falta de innovación en sectores clave, como el de los vehículos eléctricos, y la actitud de esperar y ver qué pasa en Alemania, provocada, por ejemplo, por una evidente falta de flexibilidad. Así, el actual gobierno, encabezado por Christian Lindner, ha preferido favorecer la ortodoxia presupuestaria a la innovación, condenando a su país en el altar de la ideología.

Alemania fue alguna vez un modelo de estabilidad política, especialmente bajo Angela Merkel, cuyo liderazgo brindó tranquilidad en tiempos turbulentos. Pero la era post-Merkel ha revelado un panorama fragmentado y frágil. La coalición formada tras las elecciones de 2021 se mantuvo firme antes de colapsar este mes, hundiendo al país en un nuevo período electoral. Al mismo tiempo, el ascenso de partidos extremos, como el AfD de derecha o el BSW de izquierda, está sacudiendo el panorama político. Alemania, símbolo de moderación, parece hoy desestabilizada y preocupa a sus socios europeos.

Transformar la crisis alemana en una oportunidad

La “pareja” franco-alemana se ha presentado durante mucho tiempo como la fuerza impulsora de la integración europea. Pero esta relación ha sido a menudo desequilibrada, especialmente para los franceses, nunca ha sido más que una simple herramienta al servicio de los intereses alemanes al otro lado del Rin.

Bajo Olaf Scholz, la situación ha empeorado desde que Alemania ha aumentado el número de decisiones que ignoran los intereses franceses, ya sea en defensa, energía o reformas económicas. Esta situación no necesariamente mejorará dados los intereses cada vez más divergentes entre nuestros dos países. Esta conciencia abre el camino a una reorientación estratégica de Francia.

Frente a los reveses de Alemania y al fracaso de su política europea, Francia tiene una oportunidad única de establecerse como líder de la Unión Europea. Puede y debe fortalecer sus vínculos con los países del sur y el este de Europa, que tienen una influencia cada vez mayor en las instituciones europeas y que han resentido el dictado alemán de la última década.

En primer lugar, compartimos intereses comunes con cuestiones comunes, particularmente en lo que respecta al control de fronteras y los flujos migratorios. Entonces, necesitamos inversiones adicionales para lograr una recuperación económica, ya sea a través de ayuda regional para los países del Este o planes de recuperación para los países del Sur.

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Finalmente, a nivel geopolítico, estos países están más cerca de París en materia de defensa y asuntos exteriores. De hecho, con la elección de Trump, el futuro de la OTAN está en el limbo, lo que abre el camino a una cooperación reforzada entre los países europeos frente a diferentes amenazas.

Mientras Alemania flaquea, Francia debe aprovechar esta oportunidad para imponer un cambio en la política europea para afirmar otra visión. Frente a importantes cambios globales y una feroz competencia económica, la Unión Europea debe adaptarse a los nuevos desafíos para cambiar la política afirmando un deseo de poder y autonomía estratégica.

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