El Ministro de Asuntos Exteriores, Jean-Noël Barrot, debería estar satisfecho con el servicio mínimo prestado a las autoridades etíopes el viernes 29 de noviembre. el discutirá “de una antigua y rica sociedad (…) en el ámbito de la educación y el patrimonio”, según el portavoz del Quai d’Orsay, Christophe Lemoine. Durante esta visita exprés a Addis Abeba se dará prioridad a la Unión Africana, cuya sede está situada en la capital etíope, para discutir la guerra en Sudán.
Está prevista una reunión con el jefe de la diplomacia etíope, Gedion Timotheos. Pero el ministro francés no debería cruzarse con el jefe de Estado, Abiy Ahmed, premio Nobel de la Paz en 2019. Ese año, Emmanuel Macron viajó a Addis Abeba con el deseo de escribir. “una nueva página” : iniciar una asociación económica y militar “inédito” con la estrella en ascenso del continente.
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Etiopía y sus 120 millones de habitantes se encontraban entonces en medio de una transición política. Parecía un futuro Eldorado comercial, al frente del cual acababa de llegar un joven primer ministro liberal de 42 años, que quería llevar a este viejo país intervencionista a la globalización. Emmanuel Macron se encuentra entonces en la imagen de este jefe de Estado reformador, del que pertenece a la misma generación.
“No tenemos pasado y, por lo tanto, no tenemos responsabilidades en esta región, y es natural que Francia sea vista allí como un socio quizás mejor que en cualquier otro lugar de África”afirmó entusiasmado el presidente francés, antes de firmar varios acuerdos, incluida la cooperación militar, con un país que, según él, era capaz de “estructurar todo el Cuerno de África ».
El fin de las esperanzas de renovación
Cinco años después, la cooperación franco-etíope se redujo cuando Etiopía se desintegró con la guerra de Tigray (2020-2022), que causó unas 600.000 muertes según la Unión Africana. Este conflicto extremadamente violento sigue dañando la figura de Abiy Ahmed en el extranjero, pasando del estatus de pacificador al de líder de la guerra.
La descomposición gradual del país que siguió, consecuencia de conflictos étnicos y un autoritarismo desinhibido, puso fin a las esperanzas de renovación. Las dos principales regiones del país, Oromia y Amhara –con alrededor de 60 millones de habitantes entre ellas– son escenario de guerrillas. “La confianza en Abiy Ahmed está dañada”resume una fuente diplomática francesa.
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