Cada vez más viviendas en Marsella están divididas por códigos, puertas y barreras digitales. Y esta tendencia subyacente afecta ahora a todos los sectores, incluidos los distritos del norte.
Esta es una tendencia subyacente en Marsella: cada vez más barrios se dividen. Un tercio de las viviendas de la ciudad se ubica en residencias y urbanizaciones cerradas: códigos digitales, portones, barreras, etc. La privatización del espacio comenzó en los años 1990, en los barrios más ricos del sur, y ahora afecta a todos los sectores, hasta el norte. distritos. La ciudad se está fragmentando.
En esta urbanización privada del distrito 10 de Marsella, distrito de Coin-Joli, cerca del estadio Vélodrome, puertas y carteles “SE PROHIBE LA ENTRADA” bloquear los caminos. “La mayoría de los accesos han sido cerrados por puertas que permanecen cerradas todo el día y que sólo pueden ser abiertas por los residentes”. lamenta Pierre Linossier. Este residente luchó contra estos cierres porque el fraccionamiento alberga una escuela primaria. Algunos niños locales ahora tienen que tomar un largo desvío para llegar allí: “Un viaje mucho más largo de casa a la escuela puede durar de 5 a 15 minutos, o incluso veinte…”.
En este caso, es el aparcamiento anárquico lo que motivó el cierre. Pero en el otro extremo de la ciudad, en los barrios del norte, cerca de la ciudad de Castellane, la urbanización de los castores de Saint-Henri también sueña con una gran puerta para la paz y la tranquilidad. Jean Dominique Tarifa es uno de los copropietarios de estas encantadoras casas, construidas por familias trabajadoras en la posguerra: “Diariamente vienen jóvenes a fumar cannabis o a respirar gas de la risa. Dejan todo en el medio y somos nosotros los que nos vemos obligados a limpiar todos los días”.
Gérard Clément, gestiona el administrador voluntario de la subdivisión: “No es que vivamos en los barrios del norte que no tengamos derecho a la seguridad. No se trata de encerrarnos en nosotros mismos, ni mucho menos. Es una forma de protección”. El cierre también podría permitir que las viviendas aumenten de valor. A 500 metros se acaba de construir una nueva residencia. Está completamente vallada, como muchas casas nuevas.
Elisabeth Dorier es geógrafa, profesora universitaria e investigadora en el laboratorio Población-Medio Ambiente-Desarrollo (LPED) de la Universidad de Aix-Marsella. Desde hace quince años, documenta la proliferación de complejos residenciales cerrados en Marsella, que ahora se construyen cerca de las ciudades.
“La nueva normalidad es necesariamente el cierreella se da cuenta. Prácticamente no queda ninguna oferta alternativa. Creamos enclaves y a eso lo llamamos diversidad social. Tenemos proximidad espacial pero distancia social. Y estáis separados por barreras”. Los promotores inmobiliarios recurren a las barreras, explica el investigador, para atraer a las clases medias altas a los barrios pobres, donde se privatizan las vistas al mar, el acceso a las colinas y las plazas de aparcamiento.
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