Hoy, Europa parece haber quedado atrás de sus rivales estadounidenses y chinos en la carrera por la innovación. Sin embargo, el continente se beneficia de una investigación académica dinámica, innovadora y mejor financiada (0,48% del PIB) que en Estados Unidos (0,36%) o China (0,20%). Tampoco tiene por qué avergonzarse del número de investigadores que emplea, de su número de publicaciones o de patentes presentadas. Donde radica el problema es en la investigación privada. Las empresas europeas sólo dedican el 1,5% del PIB a investigación y desarrollo (I+D), en comparación con el 2% en China y el 2,8% en Estados Unidos: casi el doble.
Un déficit reforzado por los débiles vínculos entre el mundo académico y el económico, a lo que se suma la aversión al riesgo de las empresas y ahorradores europeos. Una renuencia que les lleva a invertir menos en empresas emergentes, pero también en tecnologías disruptivas: el 54% de la I+D estadounidense se dedica actualmente a las tecnologías de la información y la comunicación, frente al 36% en China y sólo el 15% en Europa, que prefiere sobrefinanciar. investigación en el sector de la automoción.
En términos más generales, el continente enfrenta un problema capital. Según el informe Draghi, se necesitarían 800 mil millones de euros al año para financiar las inversiones: la Unión Europea debe desarrollar el ahorro de riesgo, aumentando las garantías públicas para la investigación y la inversión, o autorizando al Banco Europeo de Inversiones a ser más audaz. La ausencia de un mercado de capitales europeo limita el tamaño de los fondos de inversión. Resultado: un tercio de los unicornios europeos han ido a buscar financiación al otro lado del Atlántico.
El problema también es institucional: la Unión no tiene agencias tan eficaces como la estadounidense DARPA, que se ocupa de las necesidades y permite a las empresas proponer soluciones. La comparación entre el éxito de la Ley de Reducción de la Inflación estadounidense y el Next Gen EU, el plan europeo de recuperación post-Covid, es mordaz: de los 800.000 millones de euros previstos en Europa, sólo 220.000 millones fueron prestados y 120.000 millones invertidos, culpa de una excesiva burocracia y los efectos de la competencia entre países.
Europa se ha perdido el cambio en la inteligencia artificial, como se había perdido los cambios tecnológicos anteriores. Si no quiere perderse tecnologías futuras, como la computadora cuántica, necesitará fortalecer los vínculos entre la investigación académica y la investigación empresarial, y desarrollar políticas industriales y financieras a escala continental.
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