Tratado como imbécil por un jubilado en X, Robert Habeck, ministro alemán de Economía, lo denunció. Porque en Alemania los insultos contra los políticos se castigan con más severidad que contra los ciudadanos corrientes, señala el periódico SonntagsZeitung. En Suiza ocurre lo contrario: siendo el pueblo soberano, los políticos deben aceptar más cosas de los ciudadanos. Así, en 2022, un periodista pudo calificar en un tuit al consejero nacional de la UDC, Andreas Glarner (GL), sin tener que sufrir consecuencias legales.
Sin embargo, las denuncias por insultos han aumentado en Suiza un 64 % en diez años y ascienden a 12.000 al año desde 2020, señala el periódico de habla alemana. Monika Simmler, profesora de Derecho penal y criminóloga en la Universidad de St. Gallen, explica este aumento, por un lado, porque es más fácil caer en la mala educación en las redes sociales que cara a cara. Por otro lado, a diferencia de los insultos pronunciados en la mesa de un bistró, los insultos digitales persisten. Poder demostrar que has sido insultado quizás te anime a presentar una denuncia más rápidamente.
Y aunque muchas quejas parezcan exageradas, conviene defenderse. “Las penas son una señal fuerte y tienen fuerza simbólica”, no sólo para el autor del insulto, sino también para la comunidad, a la que se recuerda que simplemente no todo está permitido. Queda por ver si realmente corresponde a la policía y a las autoridades judiciales lidiar con dos adultos que se insultan, señala el especialista. Como a veces las denuncias se presentan por simple venganza o rencor, la política suiza introdujo a principios de año una medida preventiva inusual: el denunciante debe pagar al fiscal un anticipo de sus gastos y costas, cuyo importe se fija en función de su situación financiera. En Zúrich, por ejemplo, oscila entre 1.100 y 2.100 francos. Por el momento todavía no sabemos si este obstáculo financiero es eficaz, según informó la fiscalía de Zúrich al periódico dominical.
Acto de desesperación de la justicia
La profesora de derecho penal Monika Simmler entiende que las autoridades judiciales quieren protegerse de una avalancha de denuncias secundarias exigiendo un anticipo de sus costas. Sin embargo, lo ve como “un acto desesperado” por su parte. Porque mientras los insultos sigan siendo punibles, todos tienen derecho a denunciarlos. Por lo tanto, propone una alternativa: debido a su carácter generalmente menor, el insulto – “un delito masivo” – sólo debe considerarse como una infracción de la ley, sancionable con una multa. Esto aliviaría a los fiscales y sería suficiente, sabiendo que “probablemente todos ya hemos sido culpables de injurias al menos una vez”, así como de pequeñas infracciones al código de circulación, concluye.
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