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El Sáhara marroquí, una cuestión de estabilidad regional e internacional

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El Sáhara marroquí es mucho más que una disputa territorial. Hoy constituye una cuestión estratégica para la estabilidad del norte de África y para el equilibrio de las relaciones internacionales. Si bien la iniciativa de autonomía propuesta por Marruecos se destaca como una solución pragmática y realista, los avances diplomáticos confirman los méritos de esta visión. Sin embargo, el status quo, mantenido por agendas obsoletas, continúa poniendo en peligro el futuro de una región rica en potencial, pero frenada por rivalidades paralizantes.

Reconocimiento internacional consolidado

La diplomacia marroquí ha acumulado éxitos notables, reforzando la legitimidad de su posición sobre el Sáhara. Tras el reconocimiento histórico de Estados Unidos en diciembre de 2020, la apertura de consulados en El Aaiún y Dajla por parte de muchos países reflejó un apoyo creciente a la marroquidad del Sáhara. A esto se suma un hito significativo: el discurso del presidente francés Emmanuel Macron ante los diputados marroquíes, afirmando claramente el reconocimiento de la soberanía de Marruecos sobre su Sáhara. Este gesto, cargado de significado, reafirma el alineamiento de Francia con una solución sostenible y confirma su papel como socio estratégico de Rabat.

Al mismo tiempo, muchos Estados están revisando o abandonando su apoyo a la pseudo-“RASD”, aislando aún más a esta entidad artificial. Estos acontecimientos no son sólo éxitos diplomáticos para Marruecos, sino también una fuerte señal contra los intentos de desestabilizar la región.

Un costoso impasse en el norte de África

Pese a estos avances, la resolución del conflicto sigue obstaculizada por la intransigencia de Argelia, principal apoyo del separatismo. Este bloqueo no sólo frena la solución política, sino que también compromete la integración del Magreb. El proyecto de una Unión del Magreb Árabe, aunque esencial para responder a los desafíos económicos y sociales, sigue estancado. Además, las tensiones están ejerciendo presión sobre países vecinos como Mauritania y Túnez, reforzando la fragmentación de una región que podría convertirse en un actor clave en la escena internacional.

El peso económico y de seguridad del conflicto

Las consecuencias de este conflicto van más allá del marco diplomático. Marruecos y Argelia están estancados en una carrera armamentista ruinosa, que desvía recursos esenciales de prioridades estratégicas como el desarrollo sostenible y la lucha contra la desigualdad. Peor aún, esta rivalidad alimenta alianzas geopolíticas inestables, agravando las fragilidades en una zona sahelo-sahariana ya expuesta al terrorismo, el tráfico transfronterizo y las crisis humanitarias.

El status quo no es sólo un estancamiento político: constituye un factor de riesgo para la seguridad y la prosperidad de toda la región.

Una solución marroquí para una paz duradera

La iniciativa marroquí de autonomía, aclamada por la comunidad internacional, ofrece una solución realista que respeta las aspiraciones locales. Proponer un marco de gobernanza equilibrado permitiría pasar página de un conflicto artificial preservando al mismo tiempo la integridad territorial del Reino. Para ello, es esencial un compromiso sincero de los actores regionales, en particular de Argelia. Superar la lógica del enfrentamiento es una condición sine qua non para construir un Magreb unido, resiliente y próspero.

Transformar el conflicto en oportunidad

El creciente reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el Sahara no es sólo una victoria diplomática: traza un camino hacia la estabilidad compartida. La comunidad internacional, al igual que Francia y Estados Unidos, debe seguir apoyando esta dinámica. Porque más allá de las cuestiones de soberanía, lo que está en juego es el futuro de toda una región. Resolver la cuestión del Sáhara marroquí significa sentar las bases de un Magreb integrado, capaz de reunirse globalmente y de erigirse en centro de estabilidad y estabilidad. desarrollo.

Ha llegado el momento de transformar las tensiones en cooperación y de hacer del Sáhara marroquí no una línea de falla, sino una palanca para el futuro.

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