Claramente fuera de lugar, políticamente incorrecto en relación con los códigos coreográficos habituales que interpretan la belleza de los cuerpos y de los movimientos, cuando aquí todo casi roza la fealdad y el absurdo… Oona Doherty desconcertó totalmente a los espectadores del Pavillon Noir que acudieron el viernes por la tarde ver el mundo de creación de esta artista de la escena contemporánea, de talento afirmado, que le valió, con sólo 35 años, ser coronada con un León de Plata en la Bienal de Venecia.
Artista asociada durante la temporada al Ballet Preljocaj, la norirlandesa aprovechó el pretexto de su historia familiar para contar la historia del tatarabuelo Specky Clark, interpretado por la brillante Faith Pendergas, que llegó huérfano a Belfast para encontrar un anfitrión. familia, trabajo y “hervir la olla”. Será en un matadero, donde trabajaba la familia Doherty. Como dicen en Irlanda, “Dios lo bendiga”, pobre Specky.
Al matar al cerdo (el encantador Gérard Headley), el niño tendrá que aprender aunque este simpático animal hable con poesía de sus verdes praderas, como lo subrayan las voces de los actores y el subtítulo que traduce la bellísima prosa literaria de un consumado surrealismo firmado por la autora irlandesa Enda Walsh. Firma la dramaturgia de la obra cuya escenografía burlesca proviene de Sabine Dargent.
Porque en este espectáculo ciertamente hay más espacio para el teatro y los sketches que para la danza, salvo un interludio donde encontramos toda la rabia y la ira que son la expresión habitual del coreógrafo irlandés. Esto sorprendió al público, dividido, por momentos, entre la risa y el malestar.
El ambiente musical elegido por Maxime Fraisse marca con gran originalidad, precisión y potencia este extraño viaje imaginario y fantasmagórico, marcado por imágenes de brujas, entre bebidas, páramos oscuros y anzuelos de matadero.
Al final, todo desemboca en una noche de Halloween que empuja al Specky vivo a una fiesta gaélica, a ese espacio intermedio donde la leyenda celta dice que podemos encontrarnos por un corto tiempo con aquellos que hemos perdido, en este caso: la madre.
Doherty nos ofrece entonces un ballet donde nos disculpamos de antemano por ver algunas reminiscencias de “Thriller” con los muertos vivientes rítmicamente (obviamente) y deformados en una macabra danza vudú que se transformará en una ronda sensible, un vals arremolinado con acentos nostálgicos irlandeses. violines.
En definitiva, una apoteosis que nos permite concluir que, en definitiva, este divertido cuento irlandés con toques de tocino (referencia pictórica de Doherty, budista del destino de nuestro cerdo) es bastante descabellado, triste a pesar de algunas risas del público, que no No hemos sido sensibles ni a la tristeza del animal (omnipresente, por tanto) que recuerda a sus seres queridos, ni al niño liberado en un puerto que tendrá que aprender a crecer solo y a lanzar el puño a pesar de sus gafas entrecerradas.
Sábado a las 19 h en el Pavillon Noir, de 10 a 25 euros. Semejante. 04 42 93 48 14 – Bailarines Diarmuid Armstrong, Maëva Berthelot, Malick Cissé, Gerard Headley, Clay Koonar, Gennaro Lauro, Michael McEvoy, Erin O’Reilly, Faith Pendergas.
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