RESEÑA GASTRONÓMICA – en el 13mi distrito de la capital, una mesa convoca la voluptuosidad de la carretera con buenos platos. Populo pero no demasiado.
En este 13mi Más margen izquierda que Chinatown y siempre igual de divertido al hacernos pasar su vida cotidiana de dormitorio por la vida de un pequeño pueblo, un trío de propietarios de bistró bohemios se hace cargo (y salva) de un café de la esquina y del anonimato con el principio de adelante-después. Antes, una sala de bar, un bar interior vivido durante mucho tiempo en el almíbar de la calle donde Jean-Marie Gourio seguramente habría recogido a pala del mostrador, el barril y el plato más o menos a colección. Menos un París en la cara que un rostro de París.
Después, digamos hoy, mármol verde en el frente y Kronenbourg en el toldo para preceder la piedra repavimentada, las molduras renovadas y las sillas tan rubias como escandinavas. En un rincón, una máquina de pinball en su cosmética inclinación. La ex popular sueña, aquí, con aparecer en las páginas de la revista Papel de pared.
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