“¡No esperábamos ver tanta gente! » Con un helado en la mano, Cindy, de 35 años, observa la playa de Lacanau, donde cientos de personas han venido a relajarse este sábado 2 de noviembre. “No nos vamos a quejar de la gente, el entorno es idílico”, añade. A principios de otoño hace más de 20 grados y el calentamiento global está en la mente de todos. Pero esta treintañera no puede nadar: “Todavía estamos en noviembre”, sonríe.
Este no es el caso de todos. Los niños corren para evitar ser atrapados por las olas que rompen contra la página, los nadadores más fríos mojan los pies, otros surfean o practican surf mirando al cielo. Debido a las altas temperaturas y al número de personas que vinieron a ver el océano este fin de semana, las estaciones balnearias de Lacanau y Montalivet fueron las últimas de Gironda en tener una vigilancia ampliada de sus playas. Este sistema finalizará este domingo 3 de noviembre a las 17 horas.
“Es muy importante que los socorristas sigan presentes porque las baïnes son muy peligrosas y este fin de semana hay mucha gente”, subraya Gwenaëlle, residente de Lacanau. Se detiene, mira las olas y toma su teléfono. “Estoy filmando a un amigo surfeando. »
Hay decenas de surfistas este sábado. Y para ellos, como para todos los nadadores, los riesgos están efectivamente presentes. Con los pies en el agua, Quentin, de 24 años, intenta moverse con dos tablas de surf. “Mi amigo quedó atrapado entre las rocas y los rescatistas se lo llevaron para que lo cosieran”, explica. Sin ellos, habría tenido que llevarlo al hospital en coche”.
“Es preocupante para el futuro”
No muy lejos de él, cinco amigos juegan al fútbol en la playa. “Me sorprende ver todavía a los socorristas”, asegura Paul, mirando uno de los puestos, situado a pocos metros de distancia. Su amigo Lucas añade que “siempre es reconfortante tener socorristas presentes, sobre todo por la peligrosidad de las olas”.
Para el grupo de amigos, ningún riesgo por el momento. “Fuimos a nadar antes, pero todavía hace frío, no lo esperábamos y si volvemos es solo para quitar la arena”.
A pocos metros, Léna, de 32 años, observa a su hijo correr por la arena. “Aunque la temperatura sea agradable, con el calentamiento global experimentaremos más infelicidad que felicidad”, suspira. Tengo un hijo de tres años y los acontecimientos actuales no son tranquilizadores, como las inundaciones que hubo recientemente en Valencia. »
Julien, de 37 años, comparte esta observación. Está sentado en la playa con su hijo ocupado poniendo arena en un balde. “Es agradable poder venir en noviembre, sobre todo para los niños, hay conchas que recoger y castillos de arena que construir. Pero con la cabeza despejada, es preocupante el futuro”.
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