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Estos adultos que vuelven a vivir con sus padres: el fenómeno de los niños boomerang descifrado por un psicólogo

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En los últimos años parece haberse afianzado otra tendencia sociológica: el fenómeno de los niños “boomerang”. Se trata todavía de “ocupar” la casa de los padres pero con un matiz. Esta vez se trata de adultos que han emprendido el vuelo durante un tiempo pero regresan con sus padres por varios motivos: situación económica precaria, ruptura sentimental, pérdida del trabajo… De ahí la metáfora del boomerang, que sale y regresa al mismo lugar. , descubierto por la socióloga canadiense Barbara Mitchell.

Varias razones

Es difícil calcular el número de familias afectadas en Bélgica, pero el tema ya ha interesado a muchos sociólogos de otros países.

Según un artículo periodístico El mundoEn Francia, entre 2002 y 2013, el número de adultos no estudiantes mayores de 25 años obligados a regresar a vivir con sus padres aumentó de 282.000 a 338.000. La socióloga francesa Sandra Gavira profundizó especialmente en el tema en un artículo publicado en la revista Sociología en 2019 y en un libro Vuelve a vivir con la familia. Convertirse en adulto de otra manera publicado en 2020. Apunta a varias causas: precariedad laboral y dificultades para acceder al mercado laboral; las dificultades emocionales ligadas a una ruptura sentimental o a la falta de paternidad para los jóvenes que se han mudado para seguir sus estudios.

Natalia Grynchyshyn, psicoterapeuta de Beez, en la provincia de Namur, señala lo siguiente: algunos adultos jóvenes necesitan volver a conectarse con sus padres porque se fueron demasiado rápido. “Tendemos a ver este retorno como una regresión porque todavía existe esta creencia muy arraigada en nuestra sociedad de que debemos ir rápidamente a trabajar, tener una relación, formar una familia para ser felices. Pero esta “norma” se construye y no siempre corresponde a una necesidad.

Por lo tanto, los niños suelen experimentar mal este retorno, que lo perciben como un fracaso. “Pueden ver esto como una pérdida de independencia, lo que puede afectar su confianza en sí mismos y su autoestima. Por parte de los padres, los sentimientos pueden ser confusos. Están felices de ver a su hijo pero al mismo tiempo sienten frustración, culpa, un sentimiento de haber “hecho algo mal”.

A lo que Natalia Grynchyshyn responde que no, no es un fracaso. “Debemos ver esto como una oportunidad. Una oportunidad para fortalecer los vínculos familiares, o para que el niño logre cosas que no había tenido tiempo de realizar. Esta generación es diferente a la de sus mayores. Tienen otros deseos: viajar, emancipación personal…

Establecer reglas y comunicarse

Lo que no quiere decir que el regreso vaya a ser “como un reloj”. La convivencia puede ser complicada. Ambas partes han adquirido hábitos que ahora deben reconciliarse. De ahí la importancia de establecer reglas desde el principio para facilitar las relaciones. “La comunicación es fundamental para evitar malentendidos. Es importante identificar las necesidades de todos pero también las obligaciones como pagar las facturas o distribuir las tareas del hogar. También es importante respetar la autonomía y privacidad de cada persona. “Los padres que apenas han recuperado su vida matrimonial pueden ver este regreso como una “intrusión”, pero puede ser una ayuda bienvenida o la oportunidad de estar en primera fila para ver crecer a sus nietos.

El psicoterapeuta insiste en que este regreso de los niños a sus padres no es necesariamente algo malo. “Esto es lo que llamamos un regalo mal envuelto. “, resume con una sonrisa. Y recordar que, en determinadas culturas y en determinadas épocas, a veces varias generaciones vivían bajo el mismo techo. Y todos encontraban allí beneficios. Así que es mejor aprovecharlo y ver el vaso medio lleno en lugar de medio vacío.

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