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diciéndonos el verdadero negocio

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El viernes pasado estuve en el cine para ver lo confuso, lo inclasificable, lo extraño. Megalópolis.

Antes de la proyección, una voz pregrabada anuncia el Día Nacional de la Verdad y la Reconciliación con los Pueblos Indígenas el lunes siguiente.

Empiezo a pensar.

¿Verdad? ¿Reconciliación?

Hechos

Para que haya reconciliación tiene que haber habido una disputa.

No hay ninguna discusión real, sino más bien un océano de incomprensión mutua y visiones del mundo extraordinariamente distantes.

¿Verdad? La verdad es compleja. Y no siempre agradable.

La verdad es que ha habido muy pocos avances concretos en la situación de ciertas comunidades indígenas a pesar de la avalancha de informes y recomendaciones.

La verdad es que si alguna comunidad etnocultural en Canadá puede utilizar correctamente la expresión “racismo sistémico”, son ellas.

La verdad es que muchos de ellos viven en condiciones indignas de una sociedad rica del siglo XXI.mi siglo.

La verdad es que la cuestión indígena no es una verdadera prioridad política, porque no decide una victoria o una derrota electoral, y porque requiere esfuerzos de largo plazo mientras los votantes son especialmente sensibles a los resultados visibles e inmediatos.

La verdad es que los internados fueron efectivamente una tragedia, pero no debemos comparar las mentalidades de hoy con las de antaño.

El término “sobrevivientes de escuelas residenciales” se utiliza a la ligera, como si su función principal hubiera sido la de exterminar físicamente.

Pero la verdad, como dije anteriormente, suele tener varias facetas.

¿Un discurso de verdad? Muy bien, pero luego digamos toda la verdad.

Lo cierto es que también son enclaves indígenas bajo la influencia del crimen organizado que los líderes de las Primeras Naciones poco o nada denuncian.

La verdad es que no pagar las facturas de Hydro-Québec durante 30 años no es precisamente una buena manera de demostrar su buena voluntad.

La verdad es el estilo de vida opulento de muchos líderes de comunidades sumidas en la pobreza más abyecta.

La verdad es que no hay nada de irrespetuoso en intentar ver lo que se esconde en el suelo alrededor de las escuelas residenciales.

Cuando viví en España, excavamos aquí y allá para encontrar víctimas de la guerra civil.

Las familias lo pidieron. Querían saber.

Hemos dado así toda su plenitud a la palabra “verdad”.

La verdad es que deberíamos examinar cuidadosamente a dónde van los miles de millones que el gobierno federal paga cada año a las comunidades indígenas.

Lo cierto es que en torno a la tragedia indígena se ha creado toda una industria de victimización, formada por abogados, lobistas, activistas subvencionados y académicos que se lucran con ella.

Ayudar a sí mismo

La verdad es que la sociedad mayoritaria no indígena ha cometido inmensos errores que debe reconocer y tratar de reparar.

Pero la verdad es que también hay que ayudarse uno mismo.

¿Verdad? Absolutamente. Toda la verdad.

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