baja tasa, elecciones desiertas y votaciones prolongadas…
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baja tasa, elecciones desiertas y votaciones prolongadas…

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En Argelia, las elecciones presidenciales de 2024 son una farsa, y no por las razones adecuadas. La baja participación (26,12% a las 17:00 horas de ayer sábado) obligó a las autoridades a jugar una nueva carta: prolongar una hora la votación, con la esperanza de ganar algunos puntos porcentuales para salvar las apariencias..

Es fácil imaginar las urnas desesperadamente vacías, con las papeletas de votantes fantasmas que tardaban en entrar. Tal vez se pensó que los argelinos, con un movimiento de varita mágica, se precipitarían a los colegios electorales exactamente a las 19.01, llevados por una repentina oleada de patriotismo.

La participación electoral más baja en la historia de Argelia

La razón de esta prórroga no es otra que la tasa de participación más baja de la historia de Argelia. En efecto, a las 17 horas, la tasa de participación era del 26,45% a nivel nacional y del 18,31% a nivel de la comunidad nacional establecida en el extranjero, es decir, una tasa global de casi el 26,12%.

Se trata de la tasa más baja de todas las elecciones presidenciales pluralistas de la historia de Argelia; casi 7 puntos menos que las elecciones del 12/12/2019, que hasta entonces eran las de menor participación. La comparación con las elecciones de 2019 hace sonreír (o llorar). En aquel momento, los colegios electorales ya habían sufrido una humillación con una tasa de participación del 33%.

Hoy, con 7 puntos menos, estamos cerca del récord absoluto de desafección ciudadana. De hecho, es difícil imaginar que los argelinos sintieran de repente la necesidad irreprimible de apoyar a un candidato que nunca eligieron.

Con esta maniobra de prórroga, las autoridades, guiadas por la ANIE (Autoridad Nacional Independiente de Elecciones), han demostrado una ingeniosa creatividad para retrasar lo inevitable: un rechazo masivo de las urnas y un amargo fracaso en el encubrimiento.

Oficinas desiertas y síndrome del 12/12/2019

En la cúpula del Estado reina un malestar palpable. La participación en las elecciones está muy por debajo de las expectativas del régimen. En la cúpula, los tecnócratas están agitados, recalculando y comparando frenéticamente los resultados entre las wilayas, con la esperanza de obtener cifras que parezcan creíbles.

Pero la realidad es demasiado evidente: la participación es catastrófica y ninguna manipulación estadística podrá ocultar la magnitud del descontento popular. El régimen se encuentra ante una decepción mucho mayor de lo que había previsto: la tasa más baja de la historia, señal de que la “legitimidad” del vecino senil pende de un hilo tan frágil como las promesas políticas que lo vieron surgir.

Pero lo más importante es salvar las apariencias y, sobre todo, evitar la sombra del ridículo que se cierne sobre las altas esferas del poder. Por eso, como para evitar este desastre anunciado, la ANIE ofrece a los ciudadanos una hora más para cumplir con su deber. Un intento desesperado por inyectar un poco de vida a unas elecciones moribundas.

El cinismo de la situación, sin embargo, no escapa a nadie. Lejos de despertar ante la llamada de esta hora extra, los argelinos parecen hundirse un poco más en la indiferencia resignada. Porque, en el fondo, ¿por qué prolongar la tortura de una votación cuyos resultados, en el fondo, ya están escritos?

¿El voto real? Abstención masiva

Lo que se expresó realmente durante esta prolongada jornada electoral fue una negación. La participación habla más alto que cualquier urna: un rechazo al sistema, una negativa a concederle siquiera un ápice de legitimidad a una elección vivida como una farsa. En este teatro político, la abstención no es un silencio, sino un grito. Un grito que resuena, pese a los desesperados intentos del gobierno por llenar la ausencia de voces.

Al final, la verdadera elección se jugó mucho antes de la hora de cierre prolongada. Se jugó en los corazones y las mentes de un pueblo que, ante las urnas vacías, prefiere quedarse en casa. Una elección en la que el gran ganador es, una vez más, la abstención.

Las elecciones presidenciales en Argelia se han convertido en un auténtico teatro de sombras. Una vez cerradas las urnas, no se publican cifras oficiales y la autoridad que dirige la ANIE, Mohamed Charfi, habitualmente omnipresente, ha desaparecido de las pantallas. La baja participación pone al régimen en una situación embarazosa.

A pesar de los intentos de inflar las cifras duplicando misteriosamente las tarifas a lo largo del día, abundan los informes de oficinas vacías. El ganador, como era de esperar, sigue siendo el mismo. Un símbolo de un sistema que no ha cambiado.

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