“Si se uniera a nosotros, mi abuelo no estaría muy desorientado, ni por nuestro puesto de trabajo, ni por nuestro equipo”explica con una sonrisa Rémi Riccoboni mientras visita las obras sobre un tejado parisino en el distrito 10, rue des Petites Écuries. Proveniente de una línea de techadores, se hizo cargo del negocio familiar que lleva su nombre hace casi 20 años, dejando su trabajo asalariado para tomar el relevo de su padre jubilado. La empresa, que cuenta con unos sesenta empleados y opera principalmente en la capital, es la única empresa parisina de este tipo denominada Living Heritage Company.
“Siempre estamos instalados en un pequeño refugio colocado en los techos para trabajar las mismas láminas de zinc de 2 metros por 65 centímetros, con la misma plegadora, especifica el artesano. Lo único que ha cambiado es que esta herramienta básica para doblar hojas de papel zinc Ahora está hecho de aluminio por su ligereza y ya no de madera”. Además, las tablas de la encimera siguen siendo de madera y tienen más de 80 años. Pero ¿por qué esta profesión ha evolucionado tan poco y pretende estar incluida en el patrimonio inmaterial de la humanidad? “Es un gesto milenario que ha evolucionado muy poco, subraya Rémi Riccoboni. En París todo es más difícil: no hay espacio, no hay grúa, el acceso es complicado y los tejados se superponen especialmente. Todo se hace en obra con poco equipamiento, el menor peso posible y materia prima para facilitar su transporte y manipulación”.
Canal inglés y ojo de buey
Mientras que en la mayoría de los sitios fuera de la capital, la gran mayoría del trabajo se realiza en el taller con placas remachadas, todavía practicamos “colocar en láminas sobre tiras” en París. La cornamusa es esa pieza trapezoidal de madera sobre la que se realiza la unión de dos láminas de zinc, permitiendo que el metal se expanda. Y son estos famosos listones los que crean esas típicas ranuras que vemos en los tejados de zinc parisinos. Otro elemento típico de la Ciudad de la Luz, a pesar de su nombre: la cuneta inglesa. Este gran canalón semicircular de zinc con dobladillo reforzado en el borde exterior debería ayudar a evitar que el agua suba en caso de fuertes lluvias en los tejados Haussmann. Sin olvidar el trabajo de los ornamentalistas, estos artesanos que realizan ojos de buey, buhardillas y otras decoraciones de cumbrera y cuyo saber hacer también debe estar clasificado por la UNESCO.
Pero a pesar de la estética y la poesía de los 128.000 tejados de la capital, que cubren una superficie total de 32 millones de m², de los cuales 21,4 millones de m² son de tejados tradicionales de zinc y otros materiales, según el Taller de Urbanismo parisino (Apur), todo está bien. No es color de rosa en el país de los techadores y trabajadores del zinc parisinos. “Es un trabajo difícil que se practica en tejados durante todo el año y que se vuelve aún más difícil en verano, admite Rémi Riccoboni. Es una habilidad difícil de adquirir: se necesitan de 5 a 7 años para funcionar bien y de 10 a 12 años de práctica para ser plenamente operativa. Incluso observo que a menudo está fuera del alcance de personas que se vuelven a capacitar cuando tienen veintitantos años”. Resultado: la profesión tendría una escasez permanente de 500 techadores en París. Y es tanto más difícil contratarlos cuanto que la diferencia salarial con la provincia ha tendido a disminuir, a diferencia de las diferencias en el coste de la vida.
Monitorear la calidad del zinc
También para aumentar el atractivo de la profesión, la profesión intentó sin éxito clasificar los tejados de París el año pasado antes de reajustar la situación este año intentando clasificar la profesión de forma más específica. Y si las bases del saber hacer son inmutables, con para muchos artesanos un camino de oficial y el uso de materiales tradicionales como el zinc, la pizarra y el plomo (insustituibles en París para los balcones continuos), el oficio experimenta, no obstante, algunas evoluciones notables. Principalmente la integración del aislamiento en el tejado. “Hace diez años sólo interveníamos por problemas de desgaste y estanqueidad, explica Rémi Riccoboni, Ahora la cuestión del aislamiento y el rendimiento energético es central”. Lo que se suma aún más a la factura. Donde el m² de tejado terminado ya cuesta casi 400 euros sin IVA, podemos añadir 150 euros con un buen aislamiento porque, además del material, a menudo se requieren obras importantes en el tejado. En el lugar de construcción actual, para una hermosa copropiedad clásica de una veintena de lotes, la factura debería ascender a casi 500.000 euros.
Última novedad, el propio zinc y esta famosa chapa de 0,65 mm de espesor. “Debemos asegurar la calidad y origen del zinc, Preciso el patrón de Riccoboni. La limpieza de la laminación puede marcar la diferencia porque son las impurezas las que crearán defectos en las láminas que conducirán a la oxidación y, en última instancia, a la microperforación”. Además, si la chapa siempre contiene al menos un 98% de zinc, el 2% restante con cobre y titanio más algunos ingredientes secretos según los fabricantes pueden marcar la diferencia a la hora de prolongar la ya notable longevidad de este material.