Festival Internacional de Jazz de Montreal 2024 – Día 1

Festival Internacional de Jazz de Montreal 2024 – Día 1
Festival Internacional de Jazz de Montreal 2024 – Día 1
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Stanley Clarke es un bajista de jazz con un estilo particular y una firma muy personal. El jueves por la noche, en un Théâtre Maisonneuve repleto y acompañado de jóvenes músicos de talento, confirmó su condición de estrella del bajo con garbo, vigor y grandes gestos, pero a menudo en detrimento de la musicalidad.

Tengo un recuerdo muy concreto del bajo de Stanley Clarke que iluminaba el escenario durante uno de mis primeros conciertos de jazz en 1991. Con Omar Hakim a la batería, ambos se robaron el espectáculo, relegando de todos modos los teclados de Herbie Hancock y el saxofón de Wayne Shorter al fondo… Y no sé realmente cómo sucedió, pero nunca había vuelto a ver a Stanley Clarke en el escenario antes de este jueves.

Un poco como Marcus Miller, el otro bajista destacado cuyo grupo está en constante evolución, Stanley Clarke está acompañado de jóvenes músicos en una formación llamada N•4EVER. Clarke toca el bajo eléctrico y el contrabajo y junto a él encontramos a Evan Garr (violín), Colin Cook (guitarra), Emilio Modeste (saxofón), Beka Gochiashvili (piano y teclados) y Jeremiah Collier (batería).

*Foto de Benoit Rousseau.

El séquito del gran maestro

El concierto comienza con fuerza con un tema típicamente jazz fusión que nos transporta a la época de Return Forever, la primera formación de Clarke con todas las particularidades del género y también los excesos, como múltiples platillos muy presentes y numerosas rupturas en los ritmos.

Los siguientes títulos nos permiten conocer a los jóvenes músicos a través de sus intervenciones solistas: si la guitarra de Colin Cook y los teclados de Beka Gochiashvili son agradables sin impresionarnos más, la batería de Jeremiah Collier es técnicamente brillante e impresionante, pero al final sigue siendo bastante adecuada musicalmente.

Emilio Modeste ya es un saxofonista consumado a pesar de su corta edad y percibimos una personalidad en ciernes que pronto debería florecer. Pero la sorpresa de la noche, en mi opinión, fue el violinista Evan Garr, quien realizó varias actuaciones de alto nivel, tanto inspiradas como técnicas. Creemos que se ha empapado de la herencia de Jerry Goodman y Jean-Luc Ponty, los violinistas de la Mahavishnu Orchestra. Y si a veces suena muy cercano, logra despegarse de su influencia para exponer su personalidad y su lirismo.

*Foto de Benoit Rousseau.

En cuanto a Stanley Clarke, pasa buena parte de la velada tocando el contrabajo. Y si ya no tiene nada que demostrar en el aspecto técnico, suele abusar de movimientos grandes y vistosos, muy teatrales pero que al final no aportan mucho a las piezas. Y paradójicamente, es cuando pasa al modo acompañante cuando encontramos delicadeza en su interpretación y se expresa su musicalidad.

Lo mismo ocurre con el bajo eléctrico: poco a poco comienza su versión de Adiós sombrero de pastel de cerdo pero no puede evitar salpicar su juego de artificios en detrimento de toda sutileza. El tema apenas comienza, inmediatamente continúa. Días de colegio, su pieza emblemática, extraída del disco del mismo título de 1976. Y es entonces cuando eleva el sonido de su legendario bajo Alambic, hasta el punto de ocupar todo el espacio y sonar muy fuerte en la sala, con una claridad casi cristalina. sonido. Seguramente John Entwistle habría puesto celoso si todavía estuviera vivo.

Como bis, Stanley Clarke se pone al micrófono y nos hace aplaudir y repetir estas onomatopeyas para un título con acentos funky. Incluso nos levanta. Es personal, pero odio profundamente estas interacciones forzadas.

Luego de abandonar el escenario, el público quiere más y el grupo se hace esperar. Vuelven, pues, con un título final que resulta muy sutil y gentil, con un grupo unido y musical. Todo lo que me había perdido hasta ahora…

Stanley Clarke hizo brillar su leyenda este jueves por la noche con intervenciones especialmente extravagantes, para el placer de su público pero muchas veces en detrimento de las canciones. Una tendencia que ha influido en sus acompañantes, no siempre para mejor. Lo cierto es que el violinista Evan Garr supo triunfar sabiendo integrarse en el grupo y presentando una interpretación virtuosa y musical a la vez. Para mí es el gran descubrimiento de la noche.

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