La ciudad de Casablanca es escenario de una tragedia escolar inesperada: el cierre repentino del Grupo Escolar de Borgoña a mediados de año. Esta sorprendente interrupción sumió a padres, estudiantes y profesores en una total consternación, planteando interrogantes sobre la regularidad de las prácticas dentro de
Sin previo aviso el establecimiento cerró sus puertas, dejando a cientos de estudiantes en una situación crítica. Se cree que este cierre está relacionado con cuestiones legales relativas a la legalidad de la escuela, informadas al inicio del año escolar. Sin embargo, no se implementaron medidas correctivas, lo que agravó el impacto de esta repentina decisión.
Las consecuencias son graves para las familias. Además de tener que buscar un establecimiento alternativo al final del año escolar, los estudiantes se ven privados de sus expedientes académicos, ya que el establecimiento desactivó el sistema “Massar”. Esta situación hace imposible cualquier intento de registrarse en otro lugar.
Para colmo, muchos padres ya habían pagado las tasas escolares durante todo el año, sin esperanzas de reembolso. La Asociación de Padres pide a las autoridades que permitan la reapertura temporal del establecimiento, mientras los estudiantes pueden terminar su año escolar y organizar una transición a otras escuelas.
Un cuestionamiento político revela las falencias del sistema educativo
Ante la magnitud de la consternación provocada por el repentino cierre del Grupo Escolar de Borgoña, la diputada Attika Jabrou, miembro de la Unión Socialista de las Fuerzas Populares (USFP), se apresuró a dar un paso al frente. En una pregunta escrita dirigida al Ministro de Educación Nacional y Deportes, Mohamed Saïd Barada, planteó cuestiones que van más allá de la simple gestión de un establecimiento privado. Su intervención resalta deficiencias sistémicas en la supervisión y regulación de las instituciones educativas privadas.
Para el diputado, los motivos de este cierre siguen siendo oscuros y las explicaciones tardan en llegar. ¿Es este un problema de gestión interna? ¿Quiebra administrativa? ¿O incluso lagunas en la supervisión por parte de las autoridades competentes? Estas zonas grises subrayan la urgencia de aclarar las responsabilidades y garantizar que situaciones de este tipo no se repitan. Más allá del cierre en sí, lo que está en juego es el futuro de cientos de estudiantes (más de seiscientos) y sus familias, sin mencionar la pérdida de confianza en el sistema educativo privado.
Attika Jabrou insiste especialmente en la necesidad de mantener la actividad del establecimiento al menos hasta el final del año escolar, una petición que parece pragmática, pero que revela los fallos del sistema. Permitir que estos estudiantes terminen su año en un ambiente estable evitaría una crisis educativa importante y brindaría un respiro a las familias angustiadas.
Sin embargo, esta propuesta plantea una pregunta: ¿quién se hará cargo de esta continuidad en un establishment ya paralizado? ¿Las autoridades locales, el ministerio o incluso las autoridades locales? Esta situación refleja un problema más amplio: la ausencia de mecanismos de emergencia para hacer frente a las fallas de las escuelas privadas. La diputada Jabrou interviene mediante su pregunta escrita para llamar la atención sobre una cuestión más amplia: la de la equidad y la transparencia en el sector educativo.
Las familias que invierten en educación privada, a menudo para compensar las debilidades del sector público, merecen garantías sólidas. Sin embargo, el cierre repentino del Grupo Escolar de Borgoña revela deficiencias en el control administrativo, poniendo de relieve un desequilibrio entre los derechos de las familias y las obligaciones de las instituciones privadas.
El caso Borgoña bien podría convertirse en un catalizador político para abrir un debate nacional sobre la regulación de los establecimientos privados. En un momento en que la educación está en el centro de las prioridades políticas, las autoridades deben responder de manera clara y transparente a este tipo de crisis; de lo contrario, casos similares se multiplicarán, con repercusiones directas en miles de familias.
Se destacan fallas en el sistema educativo privado
La intervención del MP no se limita a una simple solicitud administrativa. Plantea principalmente la necesidad de reformar fundamentalmente el marco legal e institucional que rige la educación privada en Marruecos. Entre las vías consideradas, podríamos incluir una vigilancia reforzada de los establecimientos, el establecimiento de mecanismos de emergencia para proteger a los estudiantes en caso de fracaso y una mayor transparencia sobre la situación financiera y jurídica de las escuelas.
Este asunto, aunque parezca local, pone de relieve una cuestión nacional: la confianza de los ciudadanos en el sistema educativo. Si no se toman medidas concretas rápidamente, el sector privado, a menudo visto como una alternativa a un sistema público en dificultades, podría perder su credibilidad, dejando a las familias sin alternativas viables.
Este asunto plantea interrogantes más amplios sobre la gobernanza y la regulación del sector privado en Marruecos. Si bien estos establecimientos representan una alternativa popular a las escuelas públicas, a veces siguen estando poco regulados. El cierre del Grupo Escolar de Borgoña podría servir como detonante de un debate nacional sobre la necesidad de un control más estricto de las instituciones privadas, para garantizar los derechos de los estudiantes y la estabilidad del sistema educativo.
Mientras tanto, es urgente dar respuestas concretas a las familias y restablecer el acceso de los estudiantes a sus expedientes académicos para permitirles continuar sus estudios en otro lugar. Esta situación, aunque dramática, pone de relieve una necesidad crucial: la de repensar los estándares de gestión y supervisión de las escuelas privadas para evitar que un escenario similar se repita en el futuro.