“¡Sube!” ¡No prestes atención al desorden! “, dice Agathe Perroy, recogiendo cosas esparcidas por el asiento del pasajero y el asiento trasero de su coche urbano. Conducimos a través de los viñedos de Vaucluse. El Mont Ventoux y los macizos rocosos de las Dentelles de Montmirail se destacan contra el gran cielo azul. El camino discurre entre olivares, hileras de cipreses, manchas de pinares y robledales. Al entrar en Drôme, aparecen en el horizonte los relieves de las Baronnies y las crestas de la Lanza. “El enclave de los Papas es un pedacito de Vaucluse en el corazón de Drôme provenzal”, explica el conductor.
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Esta interiorista pasó durante mucho tiempo sus vacaciones en una casa familiar situada en los alrededores, en Gigondas, antes de abandonar su rutina parisina, hace tres años, para instalarse en este Sur que tanto ama. El proyecto comenzó durante el primer confinamiento, cuando encontró un anuncio de una casa en venta, amueblada, en la localidad de Visan, a unos diez kilómetros de Vaison-la-Romaine. En las fotos, ve gabinetes abiertos llenos de pilas de ropa sucia y bolsitas de lavanda.
Esta imagen de Epinal lo transporta. Decide vender su apartamento en el siglo XX.mi distrito de París, adquirió el edificio de piedra y emprendió un importante proyecto de renovación con artesanos de la región. Después de ocho meses, la casa está lista para recibir a amigos y primeros huéspedes en cuatro hermosas habitaciones.
Trempadou de agua salada
“Aquí estamos en la calle de los Nobles”, anuncia Agathe Perroy, mientras el coche entra en las murallas de Visan, a lo largo de una hilera de mansiones privadas. Algunos residentes adinerados vienen a buscar un poco de paz, parte del año, a estas amplias residencias construidas entre el Renacimiento y el siglo XVIII.mi siglo. Se rumorea el apellido de una actriz australiana y el de una familia argentina, entre otros. La Perroya –nombre maliciosamente derivado del del propietario– fue construida posteriormente y en varias etapas, probablemente entre finales del siglo XIX ymi siglo y los años 1980, a un paso de la iglesia.
Un gran porche de madera se abre a un patio oculto a la vista. A la sombra de una bonita morera, frente a una cocina de verano, se han dispuesto mesitas y tumbonas. Al fondo del patio, Agathe Perroy hizo cavar un pequeño estanque, un remojar, como dicen en provenzal. Demasiado estrecho para nadar, permite sumergirse en agua salada para refrescarse en los días calurosos. En el interior, los muebles antiguos que pertenecieron a los anteriores propietarios –bonnetières, una cómoda, sillas de paja, un tocador con tapa de mármol, entre otros– se han redistribuido por los espacios.
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