Bajo una lluvia torrencial, una treintena de agricultores corsos se reunieron frente a la prefectura de Bastia para decir no al acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y Mercosur. Este tratado, que prevé la apertura de los mercados europeos a los productos agrícolas sudamericanos, está causando gran preocupación en la isla. Los agricultores insulares, que ya se enfrentan a la competencia de las carnes continentales, temen un empeoramiento de su situación ante la llegada de productos importados a bajo precio.
Para Joseph Colombani, presidente de la FDSEA de Alta Córcega, esta lucha va más allá de la simple cuestión económica: “Estamos condenando gradualmente la producción local, esencial para nuestra autonomía y la supervivencia de nuestros territorios rurales. Aquí sólo el 4% de lo que se consume se produce localmente. Debemos revertir la tendencia. »
La agricultura corsa se basa en modelos a pequeña escala, a menudo frágiles, pero esenciales para mantener la vida en los pueblos y preservar los paisajes. “La producción local significa aquí empleo y riqueza, pero también una respuesta a los problemas medioambientales globales”. dice José Colombani.
Ante el aumento de la competencia, los criadores insulares también señalan los límites del apoyo institucional. Las ayudas de la Política Agrícola Común (PAC), esenciales para muchas explotaciones, se consideran insuficientes o mal distribuidas. Algunos agricultores llevan años esperando pagos validados mediante controles administrativos. Una situación insostenible para las pequeñas explotaciones, ya de por sí debilitadas.
Se ignoran las especificidades
A pesar de la baja participación debido a la alerta naranja en curso, la movilización dio sus frutos. El prefecto de Alta Córcega recibió a una delegación de siete agricultores que abordaron cuestiones específicas de la isla. Entre ellos: la insuficiencia de las ayudas agrícolas, los desafíos sanitarios específicos y la necesidad de adaptar las políticas europeas a las realidades insulares.
La reunión también destacó los desafíos sanitarios específicos de Córcega. Los agricultores denuncian la prohibición de determinados auxiliares biológicos, aunque autorizados en el continente, lo que complica la lucha contra plagas locales como el saltamontes, vector de enfermedades de las plantas. El manejo de la lengua azul, una enfermedad animal que afecta gravemente a los rebaños, también es una fuente de frustración. “Los fondos asignados por el Estado para la lucha contra esta enfermedad no tienen suficientemente en cuenta la realidad insular”, deplora José Colombani.
Una conciencia necesaria
A pesar de la falta de respuestas concretas inmediatas, los agricultores corsos no se dan por vencidos. La movilización permitió sentar las bases para un diálogo reforzado con las autoridades. Está prevista una reunión con el Ministro de Agricultura para el 4 de diciembre, lo que ofrece nuevas esperanzas para poner de relieve las especificidades de la isla. “Si no se hace nada, todo un modelo agrícola desaparecerá, con pueblos desiertos y paisajes abandonados”.concluye Joseph Colombani.