“La monarquía es menos temida y más popular. Pero esta desacralización no condujo a la democratización”.

“La monarquía es menos temida y más popular. Pero esta desacralización no condujo a la democratización”.
“La monarquía es menos temida y más popular. Pero esta desacralización no condujo a la democratización”.
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Hicham Alaoui es profesor de la Universidad de California en Berkeley. Miembro de la familia real marroquí –es primo hermano del rey Mohammed VI– publica Islam y democracia. Cómo cambiar la faz del mundo árabe (Le Cherche-Midi, 528 páginas, 22,50 euros), un ensayo sobre las trayectorias contrastantes de la democratización en el área árabe-musulmana. Ya había firmado, en 2014, Diario de un príncipe desterrado (Grasset).

Usted estudió los casos egipcio y tunecino en el contexto de las revoluciones árabes de 2011. ¿Fueron estas experiencias un fracaso?

Para tener éxito, una transición a la democracia debe ser objeto de un pacto entre fuerzas políticas rivales. EL pactar es una de las formas de salir del bloqueo que generalmente sigue a la ruptura del orden autoritario. Las formas que adopta pueden explicar la diferencia en las trayectorias nacionales, entre Egipto y Túnez, por ejemplo.

En el caso egipcio, el fracaso es casi estructural: hubo un bloqueo debido a la polarización entre islamistas y secularistas, que es un requisito previo para alcanzar un compromiso, pero no hubo paridad, ya que los islamistas eran mucho más fuertes que los secularistas. El ejército también desempeñó el papel de aguafiestas.

En el caso tunecino, inicialmente, podríamos pensar que la pactar Lo había logrado gracias al acuerdo de gobierno sellado en 2015 entre los partidos Nidaa Tounès (modernista) y Ennahda (islamista). Pero el golpe del presidente Kaïs Saïed en 2021 obligó a Túnez a volver al autoritarismo. Si hubo un fracaso, no fue el de la transición, sino el de la transformación política. Ennahda supo adaptarse a las exigencias de la modernidad. Por otro lado, la clase política en su conjunto congeló la transición en acuerdos muy incestuosos –como los entre Nidaa Tounès y Ennahda– que provocaron un divorcio entre la población y las élites. Realmente no hemos regresado al autoritarismo paternal. En cambio, nos hemos desviado hacia el autoritarismo 2.0, que es populismo. Sin embargo, el populismo no es la negación de la democracia, sino su captura. Esto también es una prueba de que la transición fue exitosa.

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Las transiciones no son un ideal en sí mismas, pero son esenciales. Este será el caso, incluso en Egipto. Los egipcios entenderán que el ejército no tiene ninguna solución económica a sus problemas, y la oposición islamista admitirá que llevarse bien con los secularistas es la mejor solución para confinar a los militares en cuarteles. Los secularistas entenderán que correr detrás de los militares para protegerse del islamismo tampoco es una solución. Todos tendrán que llevarse bien.

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