Argelia: decadencia diplomática y perfidia

Argelia: decadencia diplomática y perfidia
Argelia: decadencia diplomática y perfidia
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lLas tácticas de Argelia son a la vez deshonrosas e indicativas de su fracaso político. Para dar peso a sus falsas afirmaciones sobre el Sáhara marroquí, el gobierno argelino trajo a tres renegados marroquíes a Nueva York. “El gobierno argelino trae a Nueva York, financia, paga los billetes de avión y los hoteles de algunos mercenarios para atacar las instituciones del Reino”, denunció Hilale. Esta estrategia de manipulación muestra hasta qué punto Argelia carece de apoyo creíble para su causa.

Las acciones de Argelia son despreciables e inaceptables. “Son traidores y es lamentable que el Gobierno argelino recurra a estos métodos”, subrayó Hilale, recordando que Marruecos, como nación milenaria, nunca adoptaría tales métodos. Esta distinción moral entre las dos naciones es sorprendente: Marruecos defiende valores de respeto y dignidad, mientras que Argelia realiza maniobras indignas y deshonrosas.

La situación económica y social en Argelia añade una dimensión trágica a este asunto. “Mientras el pueblo argelino hace cola para conseguir harina, leche, plátanos y otros productos, el gobierno argelino paga a mercenarios que instala en hoteles de cinco estrellas en Nueva York con el único fin de insultar a Marruecos”, lamentó Hilale. Esta declaración resalta el impactante contraste entre las prioridades del gobierno argelino y las necesidades básicas de su población. El despilfarro de recursos públicos en campañas internacionales de desprestigio es un insulto a los ciudadanos argelinos que sufren a diario.

A las acusaciones bien fundadas de Hilale, el embajador argelino respondió con un silencio que dice mucho de la fragilidad y el aislamiento de la diplomacia argelina. “Argelia ha gastado miles de millones de dólares en sus mercenarios del +polisario+. Ahora también está gastando millones de dólares sobornando a delincuentes. Lo cual es lamentable. Llamo a esta sala de las Naciones Unidas como testigo, así como a la comunidad internacional y, sobre todo, al pueblo argelino para que sepa adónde va su dinero”, insistió Hilale.

Por último, en respuesta a las críticas argelinas sobre los derechos humanos, Hilale recordó que Marruecos invitó abiertamente a representantes del Consejo de Derechos Humanos a visitar el país, incluido el Sáhara. Por otra parte, Argelia elude esta transparencia. “Me gustaría que el embajador de Argelia nos presentara estas invitaciones a los procedimientos especiales del Consejo de Derechos Humanos”, dijo a Benjama.

Un país en decadencia

Este nuevo episodio del C24 puso de relieve la duplicidad y la bajeza de la diplomacia argelina, que no se detendrá ante nada para intentar desestabilizar a Marruecos. Las acciones de Argelia no sólo son una afrenta a los principios de soberanía y respeto por las naciones, sino que también revelan un profundo desprecio por las verdaderas necesidades y aspiraciones de su propio pueblo.

Pero todo esto no sorprende. En el vasto escenario geopolítico del norte de África, esta enésima maniobra diplomática no hace más que poner de relieve la decadencia y el aislamiento de Argelia. Un país obsesionado con el Reino y que multiplica sus esfuerzos por sabotear el reconocimiento internacional de la soberanía marroquí sobre su Sáhara. Sin embargo, a pesar de los enormes gastos en lobby y de dudosas alianzas, sus iniciativas fueron barridas por una ola de reconocimiento internacional a favor de Marruecos, incluso por parte de pesos pesados ​​como Estados Unidos y España, e incluso de varios países africanos.

Esta serie de fracasos revela una incapacidad crónica para adaptarse a las nuevas realidades geopolíticas. Los líderes argelinos parecen atrapados en una visión obsoleta del mundo.
La ironía: ante estos sucesivos reveses, la diplomacia argelina no ha encontrado nada mejor que jugar la carta de la victimización. En cada oportunidad, Argel acusa a sus vecinos, en particular a Marruecos, de complots, atribuyendo sus fracasos a enemigos imaginarios más que a la incompetencia de sus líderes. Retirándose, de hecho, a una postura defensiva y belicosa, que acaba irritando incluso a sus aliados tradicionales.

Por eso hoy el mundo asiste impotente a la decadencia de un país que, incapaz de alinearse con los nuevos paradigmas geopolíticos, se aferra desesperadamente a quimeras.

F. Ouriaghli

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