La posición ambivalente de la Unión Europea sobre el gas argelino

La posición ambivalente de la Unión Europea sobre el gas argelino
La posición ambivalente de la Unión Europea sobre el gas argelino
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La guerra en Ucrania ha debilitado la seguridad energética de los estados miembros de la Unión Europea. De hecho, la mayoría de sus importaciones de gas provinieron de Rusia. Así, con las primeras sanciones, tras el estallido de la guerra de alta intensidad, fue necesario diversificar las importaciones y redefinir una estrategia al más alto nivel de la Unión Europea. Sin embargo, esta diversificación no estuvo exenta de contradicciones. Si la Unión Europea defiende un discurso favorable a la transición ecológica y a los derechos humanos, la realidad es a veces menos verde, como lo demuestra el ejemplo de Argelia.

La explotación de gas de esquisto, particularmente mediante fracturación hidráulica, ha provocado numerosos debates sobre sus consecuencias ambientales y sociales. El artículo de Jules Desmars (Las actitudes ambivalentes de la UE sobre la extracción de gas de esquisto de Argelia disponible en el sitio Classe Internationale) propone examinar la posición ambivalente de la Unión Europea en relación con la extracción de gas de esquisto, centrándose en el caso de Argelia, un país rico en las reservas de gas de esquisto. A pesar de una política interna de la Unión Europea que desaconseja la explotación de este gas debido a sus riesgos medioambientales, algunos Estados miembros la apoyan en países fuera de la Unión, en particular en Argelia.

Una posición europea ambivalente

La posición ambivalente de la Unión Europea se basa en su necesidad de asegurar su suministro energético, en un contexto de tensiones geopolíticas, como la guerra entre Rusia y Ucrania, que obliga a la Unión a buscar fuentes alternativas de suministro de energía. Este enfoque pragmático a menudo va en contra de sus compromisos con la protección del medio ambiente y los derechos humanos, tal como están escritos en los tratados de la Unión. Para su estabilidad económica, Argelia depende en gran medida de su industria de hidrocarburos. También ha dado la bienvenida a las inversiones extranjeras en el sector del gas de esquisto a pesar de la oposición interna y los riesgos ambientales.

Argelia y la maldición de los recursos

Para realizar su análisis, Jules Desmars se basa en la dinámica que rodea los conflictos medioambientales tal como los define Philippe le Billon y, más concretamente, en la teoría de la maldición de los recursos. Esto último sugiere que la abundancia de materias primas puede ser fuente de exacerbación de los conflictos sociales. La dependencia de la economía argelina del gas de esquisto y la falta de diversificación de este modelo provoca numerosas revueltas y degradación medioambiental. La participación de la Unión Europea en esta situación revela una compleja superposición entre sus necesidades de asegurar el suministro energético y sus principios en materia de ecología y derechos humanos.

En Argelia, los movimientos de protesta contra la explotación del gas de esquisto están ampliando la cuestión a cuestiones de gobernanza, transparencia y justicia social. De hecho, las poblaciones locales, particularmente en el Sahara (una región donde se encuentran la mayoría de estos recursos), sufren de falta de acceso al agua, contaminación y marginación económica. Estos agravios surgen de la falta de libertad política y de la corrupción rampante dentro del gobierno argelino.

Las razones de la ambivalencia

La respuesta de la Unión Europea a esta cuestión de la extracción de gas de esquisto ilustra un patrón más amplio que prioriza la cuestión de la seguridad energética sobre las preocupaciones sociales y ambientales. Esta ambivalencia es evidente en las regulaciones internas de la Unión que imponen regulaciones estrictas a la extracción, en contraste con su política exterior que apoya proyectos en estados fuera de sus fronteras, a pesar de que sus impactos sobre el medio ambiente y los derechos humanos son negativos. Esta ambivalencia plantea interrogantes y críticas sobre sus compromisos con sus valores fundamentales y su papel en la promoción de usos sostenibles y equitativos de la energía.

Así, el apoyo de la Unión Europea a la extracción de gas de esquisto en Argelia, a pesar de la oposición interna, revela una política europea incoherente orientada por imperativos de seguridad energética. Este ejemplo resalta la necesidad de un enfoque significativamente más coherente y ético de las políticas energéticas europeas, a fin de permitir la protección ambiental, la justicia social y la reconsideración geopolítica. De hecho, la situación en Argelia ilustra la naturaleza compleja y a menudo contradictoria de las políticas energéticas globales, donde la búsqueda de la seguridad energética puede enmascarar compromisos con la ecología y los derechos humanos.

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