La ONU ha vuelto a hacer sonar la alarma sobre las trayectorias globales de las emisiones de gases de efecto invernadero. ¿Qué recuerdas de esta observación?
Desde el Acuerdo de París, la prioridad ha sido que los países desarrollados, históricamente contaminadores, reduzcan masivamente sus emisiones. No estamos a la altura de la tarea. El mundo se encuentra ahora en una trayectoria de calentamiento de 3,2°C.
Peor aún, Estados Unidos continúa lanzando nuevos sitios de petróleo y gas. En Francia se habla de reabrir las perforaciones y las minas, y los tres últimos países anfitriones de las COP sobre el clima (Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Azerbaiyán) han abierto nuevos yacimientos de petróleo y gas. Durante décadas no quisimos hablar de la salida de los combustibles fósiles. Este fue el caso por primera vez el año pasado, en la COP28. Ahora debemos actuar.
En términos de mitigación de emisiones, Francia tiene grandes ambiciones. ¿Les siguen efectos?
Hay una gran dicotomía entre discursos y acciones. Francia es esquizofrénica, muy fuerte en cuanto a discursos –incluidos los de boca de Emmanuel Macron– sobre la reducción de emisiones o la salida de los combustibles fósiles, pero cuando se trata de actuar a nivel nacional no pasa nada. El Estado ni siquiera es capaz de regular las actividades de las empresas de combustibles fósiles en su territorio y nunca se plantea la cuestión, por ejemplo, de la transformación del modelo agrícola.
Dicho esto, hay que reconocer que Francia forma parte de la Unión Europea, que sigue siendo, en términos de reducción de emisiones, la que tiene peores resultados. Una situación que corre el riesgo de deteriorarse rápidamente, teniendo en cuenta los futuros recortes presupuestarios que afectarán en Francia, en primer lugar, a la cuestión climática, a la mitigación de nuestras emisiones, a la adaptación del territorio e incluso a la protección de la biodiversidad.
El tema central de la COP29 es la cuestión de la financiación de la solidaridad Norte-Sur. ¿Por qué es éste el quid de la cuestión?
Este es el tema que genera más tensión en las negociaciones internacionales. No avanza. Esta COP debe ser una oportunidad para discutir la financiación climática, el paquete total a poner sobre la mesa. La última vez que tuvo lugar este debate fue en 2009, en Copenhague. Los retrasos acumulados son enormes. Estimamos las necesidades en 1 billón de dólares al año. Son sumas colosales.
Pero ese es el costo del cambio climático. Estas discusiones son difíciles porque, por un lado, muchos Estados desarrollados se niegan a ver su responsabilidad histórica y, por otro, los Estados vulnerables, terriblemente impactados por los efectos del calentamiento global, no tienen los fondos para luchar.
¿Está Francia asumiendo su parte para asumir sus responsabilidades históricas?
Se estima que la parte justa de Francia en financiación climática asciende a 8.000 millones de dólares al año. En términos de monto, va más bien en la trayectoria correcta, con entre 6 mil y 7 mil millones aportados cada año. Pero paga estas sumas abrumadoramente en forma de préstamos, lo que contribuye al aumento de la deuda de los países del Sur. Por lo tanto, París no es en absoluto ejemplar en su forma de participación.
En materia de financiación privada, Francia presenta propuestas interesantes, pero cuando se trata de finanzas públicas se muestra extremadamente reticente. Es un problema global. Los textos generales se adoptan con directrices, pero los Estados se niegan a definir quién dona, en qué formas y en qué plazos.
La tierra de nuestras batallas
justicia climática, esta es nuestra batalla. El que vincula las luchas ambientales y sociales para contrarrestar un sistema capitalista que lo arrasa todo. De la vida, del planeta, de nuestra humanidad.
No hay ninguna fatalidad.
- Desenmascaramos las manipulaciones de los lobbys.
- Estamos derrotando las negaciones mortales del clima.
- Destacamos iniciativas destinadas a reducir las desigualdades ambientales y las brechas sociales.
Apóyanos.
quiero saber mas