Una defensa del CERN – Le Temps

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Una defensa del CERN – Le Temps
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En este debate en el que participan políticos locales, activistas medioambientales y residentes de la región, los propios físicos parecen inaudibles. ¿No se expresan o no les damos el micrófono? En todos los casos, la ciencia suele ser criticada por no comunicar lo suficiente. Por lo tanto, ex físico en un campo relacionado, quería proponer una defensa del CERN y su FCC, precisando que no soy portavoz de ninguno y, por lo tanto, hablo a título puramente personal.

La física de partículas salva vidas

Es cierto que el FCC (“futuro colisionador circular”) impresiona por su gigantismo. Será tres veces más largo que el acelerador actual, el LHC (Gran Colisionador de Hadrones), descrito a menudo como la máquina más compleja jamás construida por la humanidad. Por tanto, entendemos la controversia, sobre todo porque su utilidad es poco conocida. La observación del bosón de Higgs en 2012 ciertamente le valió el Premio Nobel, pero no cambió el precio de un sándwich ni creó un agujero negro que se tragaría la Tierra.

Y, sin embargo, la investigación en física fundamental ha tenido un impacto muy real. En primer lugar, el CERN puede enorgullecerse de ser el origen de la World Wide Web, es decir, de Internet tal como la conocemos. Originalmente una red de intercambio de datos entre físicos, la Web ha revolucionado el mundo y continúa haciéndolo más allá de todos los superlativos. El primer sitio web todavía se puede consultar desde la página del CERN.

Hay otros ejemplos. Ahora detectamos el cáncer utilizando sensores desarrollados para la física de partículas y luego tratamos este cáncer mediante radioterapia, es decir, con aceleradores que reutilizan tecnologías desarrolladas en el CERN. Para ser más claros, la física de partículas salva vidas.

Alcance de la región

Fuera del ámbito médico, estas mismas tecnologías se han utilizado para restaurar obras de arte o para mejorar el riego de campos agrícolas. Las aplicaciones son múltiples y los beneficios económicos tangibles: el CERN estima que el beneficio neto del programa LHC, una vez deducidos todos los costes, es de más de 3.000 millones de euros.

La presencia del CERN y su gran acelerador en Ginebra hace brillar a la región. Talentos de todo el mundo se apresuran a venir a Suiza, recibir más formación sobre el LHC y muchos de ellos se quedan para aplicar las técnicas aprendidas en diferentes campos. Encontramos físicos “ex-CERN” en laboratorios de relojería de lujo, en centros de oncología o como analistas que utilizan la inteligencia artificial para luchar contra la resistencia a los antibióticos o contra la contaminación plástica de los océanos. Contribuyendo así a la excelencia de Suiza y/o a la resolución de importantes problemas sociales.

El colisionador LHC era, y sigue siendo, una máquina controvertida. No podríamos haberlo construido, como los estadounidenses que cancelaron su colisionador SSC en 1993. Entonces, tal vez, nos hubiéramos perdido todos estos beneficios. La sociedad suiza, y Europa en general, pueden agradecer a la generación anterior por atreverse a construir el LHC.

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La curiosidad, un rasgo humano fundamental

¿Qué pasará con la FCC? Un gran inconveniente de la investigación fundamental es que es impredecible porque, por definición, explora lo desconocido. Aunque hay varias teorías importantes en la mira y los avances técnicos que las acompañan, el impacto exacto sigue siendo difícil de estimar. La propia Marie Curie probablemente no imaginaba que su trabajo sobre la radiactividad conduciría, décadas después, a tratamientos contra el cáncer. Sin embargo, a la luz de la historia de la investigación científica, y de los éxitos pasados ​​del CERN en particular, no debería haber duda de que el impacto de la FCC será positivo y grandioso, incluso si pasa desapercibido.

Tal vez, en cambio, optemos por no construirlo y otros lo hagan. Después de haber reubicado nuestra producción y nuestras fábricas, también trasladaríamos nuestro conocimiento y nuestra innovación, y es difícil decir qué nos quedaría exactamente.

Quería terminar con una nota quizás menos materialista. La curiosidad es un rasgo humano mucho más fundamental que las consideraciones económicas o soberanas. Queremos comprender el mundo que nos rodea, queremos explorarlo, sondearlo. Nos enfrentamos a un enigma: ¿de qué estamos hechos? ¿Qué rige la materia que nos rodea? ¿De dónde viene el Universo? Es natural querer responderla, y quizás sea incluso un deber hacia las generaciones futuras, que con estos nuevos conocimientos vivirán más en sintonía con este cosmos que nos creó. Tengamos este coraje.

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