¿Por qué me estreso exactamente?

¿Por qué me estreso exactamente?
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El estrés representa un problema importante para nuestro bienestar y nuestra salud. El caso es que cada uno de nosotros ya hemos enfrentado a situaciones estresantes, ya sean ocasionales o crónicas. Pero, ¿por qué simplemente nos estresamos? Respuesta con el Profesor Edward E. Barbey, Investigador en Neurociencia Operacional y experto en estrés cognitivo que repasa los mecanismos del estrés y que pretende ayudarnos a descubrir cómo actúa en nuestro organismo.

lEl estrés generalmente equivale a un estado de alerta o tensión psicológica provocado por una situación difícil. En pocas palabras, es una respuesta humana natural que anima a todos a superar todas las dificultades y otros desafíos y a enfrentar las amenazas que enfrentamos a diario.

“Aunque las amenazas o estímulos han cambiado, nuestras reacciones básicas siguen siendo las mismas. Precisamente estas reacciones protectoras permitieron a nuestros antepasados ​​sobrevivir escapando o afrontando peligros, adaptándose a nuevos entornos, a cambios, lo que no sólo contribuyó a la evolución, sino incluso a la transformación del ser humano”, afirma el profesor Edward E. Barbey. Según él, los factores estresantes actuales, llamados “estresores”, que han evolucionado a lo largo de los siglos, son completamente diferentes. Una amenaza verbal, un examen, una competición, problemas económicos o familiares, un accidente, ruido, etc. son algunas de las circunstancias sociales que estimulan nuestras reacciones y provocan estrés.

“Si en el marco de la neurociencia operativa analizamos la noción de “estrés cognitivo”, diremos que es una tensión extrema e inmediata que se siente durante una representación mental consciente, real o imaginada, causada por una demanda de acción que excede los recursos cognitivos. ”, explica el profesor Barbey. En otras palabras, el estrés es una reacción del organismo ante una situación considerada amenazante o desestabilizadora. Es un proceso biológico natural. Es adaptativo, porque apunta a movilizar nuestros recursos para enfrentar peligros potenciales. Es una reacción en cadena que incluye el sistema nervioso, pero también el sistema endocrino y la liberación de hormonas”, continúa.

El estrés necesario para la supervivencia

SSegún el profesor Barbey, esta movilización de nuestros recursos se organiza como un sistema cuya utilidad es dar una respuesta mediante un comportamiento que favorezca la salvaguardia y que comprometa numerosas estructuras cerebrales. Los estímulos llegan primero a la amígdala cerebral, luego al hipocampo y finalmente a la corteza prefrontal.

En concreto, las áreas del cerebro que participan son las implicadas en las emociones, la coordinación y la memorización. Además, este sistema asegura que tendremos la energía suficiente para afrontar una situación peligrosa ya sea mediante el ataque o la huida, evitando la inhibición. “Verá, este sistema nos permite memorizar detalles relevantes de situaciones estresantes”. Y es sobre todo para evitar encontrarnos en situaciones similares en el futuro o para estar mejor preparados para gestionarlas la próxima vez que nos enfrentemos”, explica el profesor Barbey.

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“Supongamos que logras escapar de un oso de las cavernas, pero esta vez te encuentras en el territorio de un tigre dientes de sable (y logras sobrevivir), sería importante para tu supervivencia recordar la ubicación del territorio del tigre. y cómo salir de ello.

Aquí es donde entran en juego nuestras hormonas del estrés; ¡son esenciales para la estructuración de la memoria!
En los seres humanos, existen tres regiones importantes en la formación de la memoria: la amígdala, el hipocampo y la corteza prefrontal. Estas tres regiones están especializadas en la formación de nuevas memorias específicas, correlacionando cada una de ellas.

la amígdala

ISe ha demostrado el importante papel que desempeña la amígdala, una estructura con forma de almendra situada en la parte anterior interna del lóbulo temporal. Todas las cortezas sensoriales tienen conexiones con la amígdala y la amígdala tiene conexiones directas con las diferentes regiones del cerebro responsables de la respuesta al estrés.
Es una estructura cerebral compleja, estructurada por pequeñas regiones que incluyen el núcleo lateral, la ruta de entrada de la información, y el núcleo central desde donde se originan las órdenes para las reacciones. Estas amígdalas representan el corazón de nuestro sistema de alarma.

Amígdalas, porque su nombre en griego “amugdálê” significa “almendra”, explica el profesor E. Barbey. Vistos desde fuera, se encuentran justo delante de nuestros oídos, en los dos lóbulos temporales que son, entre otras cosas, centros de integración de diferentes tipos de memoria en el ser humano. También están situados justo delante del hipocampo, que desempeña un papel importante en todos los aspectos emocionales de la memoria, incluido el estrés.

Las amígdalas tienen otras funciones, especialmente en el dolor. Y el profesor Barbey subraya que intervienen “cuando surge una situación inesperada, ya sea un acontecimiento positivo, por tanto feliz, o por el contrario amenazante”.

el caballito de mar

Desempeña un papel importante en la memoria y, más concretamente, en la memoria episódica. Podemos definir este tipo de memoria como la capacidad de codificar y recordar un evento personal y único asociado a su contexto de adquisición. Pero también a la adquisición de conocimientos y, más en general, a la adaptación al medio ambiente. Participa en la formación de la memoria espacial (por ejemplo, dónde se encuentra el territorio del tigre dientes de sable).

De hecho, el hipocampo permite vincular las diferentes informaciones codificadas por la corteza en una única memoria coherente y la corteza prefrontal, lo que facilita notablemente la toma de decisiones de alto nivel. También ayudan a controlar la respuesta al estrés. Nos ayudan a comprender si nuestra respuesta al estrés es real y está justificada o si es posible que hayamos reaccionado un poco de forma exagerada.

La corteza prefrontal

SEstructura cerebral situada justo detrás de la frente, la corteza prefrontal es el centro de toma de decisiones (corteza orbitofrontal). “Es la piedra angular de nuestra compostura. Nos ayuda a evaluar la situación para tomar decisiones adecuadas, como prestar atención a detalles importantes en relación con el tigre dientes de sable, para decidir la estrategia para someterlo con nuestra lanza”, explica el profesor Barbey.

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Si el hipocampo y la corteza prefrontal deciden que la reacción al factor estresante es exagerada, pueden recordarla y ralentizar la actividad de la amígdala. De modo que experimentamos la acumulación de estrés antes de que nuestros centros cerebrales más razonables lo alivien.

“Así que el estrés no es sólo una cuestión de reflejos, sino de memoria. Si alguna vez se ha asustado al volante al conducir demasiado rápido en una curva pronunciada, este recuerdo puede resurgir para advertirle. Gracias a tu memoria, tu cerebro te permite anticiparte para intentar evitar situaciones peligrosas a las que ya has estado expuesto anteriormente en tu vida”, continúa el profesor Barbey. Y para agregar:

“Por supuesto, todas estas áreas responden a estímulos a nivel biológico liberando neurotransmisores y hormonas.

¿Cuál es la bioquímica del estrés?

contraComprender el proceso bioquímico del estrés no es fácil, admite el profesor Edward E. Barbey. Propone trasponer el proceso científico a una situación de viaje desde Rabat a Granada en España.

Para empezar, es necesario comprender cómo funcionan las neuronas. Deben describirse como estructuras con una red de caminos (dendritas) que convergen en un peaje (núcleo), desde donde se realiza el viaje por una autopista (el axón) hasta su destino final, el botón sináptico. Este camino es un flujo nervioso eléctrico que circula a aproximadamente 80 m/s).
“Su primer viaje de Rabat a Tánger Med se realizó con la neurona transmisora”, explica el profesor E. Barbey.

Neurotransmisores

PAGPara continuar el viaje hasta España, aquí entran en juego los neurotransmisores (que pueden ir asociados a un ferry) que aseguran la conexión entre las neuronas transmisoras y las neuronas receptoras (que luego se convertirán a su vez en transmisoras). La ruta marítima no es un flujo eléctrico, sino químico (brecha sináptica), siendo la distancia entre las dos costas de sólo unas pocas decenas de nanómetros (una milmillonésima de metro).

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Cada neurotransmisor tiene su propia compañía de ferry. En este ejemplo, los ferries salen del puerto de Tánger Med (emisor) hacia un destino propio (receptores), ya sea Algeciras o Málaga.

“Al llegar a España, retomarás en modo eléctrico por la carretera (dendritas), que conduce a un peaje (núcleo), desde donde se realiza el viaje por una autopista (el axón) hasta tu destino”, explica el profesor Barbey.

Adaptarse al estrés

SSegún el profesor Barbey, si la participación de varias estructuras cerebrales, organizadas como un sistema, nos permite movilizar nuestros recursos para dar una respuesta a través de un comportamiento que favorezca la salvaguardia, el papel de los neurotransmisores y de estas hormonas es permitir que el cuerpo libere la energía necesaria ante una amenaza percibida. Esta reacción biológica tiene lugar en varias etapas.

Primero la etapa de shock (emociones estimuladas, sentidos movilizados). La percepción de la situación pone a prueba nuestra lucidez, el tono muscular se debilita, los niveles de azúcar en sangre caen en picado y aparecen manifestaciones físicas: palidez, sensación de “opresión” en la garganta, nudos en el estómago, sudoración, temblores, malestar, etc. Sigue la etapa de reacción. De hecho, nuestro cerebro procesa la información que va adquiriendo a gran velocidad y nuestro cuerpo está bajo tensión. ¿Qué debes hacer: atacar o huir?

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“Es en ese momento cuando se activa otra pequeña parte del cerebro, llamada hipotálamo, que apenas tiene el tamaño de un guisante. Activa la llamada rama “simpática”, que controla las actividades autónomas del cuerpo (respiración, latidos del corazón, contracciones del músculo liso) y produce hormonas del estrés a través de las glándulas suprarrenales. Aumenta la disponibilidad de oxígeno y glucosa y posteriormente activará el eje hipotálamo-pituitario-suprarrenal para producir cortisol, con el fin de resistir el mayor tiempo posible”, explica el profesor Barbey.

Y continúa: “¡una vez alcanzadas estas dos etapas, es la etapa de alerta donde pasamos al ataque! La adrenalina liberada en el torrente sanguíneo promueve la movilización de fuerzas tanto físicas como mentales. Aumentará nuestro potencial diez veces. Esto es posible aumentando la frecuencia cardíaca, el calibre bronquial y el flujo sanguíneo, que redistribuye los líquidos al cerebro y los músculos. Además, el aumento de la tensión muscular con la activación de la producción de cortisol ayudará a proporcionar la energía necesaria al cerebro y a los músculos.

Si este artículo ha permitido describir el estrés cognitivo, la forma en que se organiza en un sistema de respuesta real que contribuye a asegurar nuestra supervivencia, el próximo artículo estará dedicado a una interpretación justa del “fenómeno del estrés” según el contexto, tipo y efecto al que se dirige. Porque las diferencias son significativas y merecen ser conocidas.

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