Justin Singh y Jagmeet Trudeau

Justin Singh y Jagmeet Trudeau
Justin Singh y Jagmeet Trudeau
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Así, después de todo el tiempo que dedicó a apoyar a Justin Trudeau, Jagmeet Singh, ansioso por salvar el pellejo, descubre que su gobierno no ha ido lo suficientemente lejos en su deseo de hacer pagar a los ultrarricos. La discordia ahora queda expuesta a plena luz del día y la posibilidad de una elección antes de fin de año se vuelve muy real.


Publicado a la 1:19 am

Actualizado a las 6:00 am

Sin embargo, es evidente que Singh y Trudeau se llevan bien, pues sus historias y sus visiones políticas se superponen.

Incluso estoy seguro de que si Justin Trudeau pudiera reactivar su pase anual de Apropiación Cultural Sin Fronteras y ponerse un turbante, podría pasar por el hermano de Jagmeet Singh.

Remontémonos al inicio de su ascenso en los círculos de poder para visualizar mejor la convergencia.

¿Recuerdas el acontecimiento que lanzó la credibilidad de Jagmeet Singh durante su campaña para la nominación del NDP?

La candidatura de Singh para el liderazgo fue una tarea común y corriente hasta que, en 2017, una xenófoba llamada Jennifer Bush, de Brampton, Ontario, lo atacó verbalmente, acusándolo de apoyar la ley Sharia.

Ante este loco que confunde el turbante sij con los Hermanos Musulmanes, Jagmeet Singh mantuvo la calma y siguió siendo el ser humano amable y muy abierto que siempre ha encarnado. Ante los insultos de este islamófobo desinhibido, respondió: “Le damos la bienvenida, le amamos, le apoyamos”.

Cuando el video del evento se volvió viral, su respuesta al odio con amor ayudó a Jagmeet Singh a cobrar relevancia en los corazones de los canadienses.

Esto multiplicará por diez su popularidad y, en última instancia, lo ayudará a hacerse con el liderazgo del Nuevo Partido Democrático (NDP). ¿Era el mejor candidato? No estoy seguro.

Ahora bien, ¿recuerdan el acontecimiento que impulsó la credibilidad de Justin Trudeau en el ámbito político federal? Para él, ocurrió el 31 de marzo de 2012, cuando le propuso pelear en un ring al senador Patrick Brazeau, quien era cinturón negro en karate. Mientras todos pensaban que perdería, Justin Trudeau contrató a Ali Nestor como su entrenador y causó una sorpresa en el ring.

Fue entonces cuando mucha gente se dijo: “Puede que no tenga la cabeza de Papineau, pero tiene bolas de bronce en los pantalones”. Lo siento por aquellos que odian la referencia falocrática, pero tenía que decirlo.

Al subyugar físicamente a este senador conservador que no era el más simpático, como Jagmeet Singh ante su depredador xenófobo, Justin Trudeau ganó terreno ante el electorado.

Este combate de boxeo sería uno de los acontecimientos fundacionales de su meteórico ascenso al poder. ¿Fue el mejor? Tampoco lo sé.

Además, en febrero de 2013, durante un debate durante la carrera por el liderazgo del Partido Liberal de Canadá, Marc Garneau le preguntó con frialdad y maldad: “¿Qué hay en su currículum que lo cualifica para ser Primer Ministro de Canadá?”.

Justin Trudeau respondió hablando de su capacidad para conectar con la gente. ¿Se necesita algo más que eso para dirigir un país?

En resumen, en su ascenso político, Trudeau y Singh fueron impulsados ​​por el mismo órgano: el corazón. Si el primero fue recompensado por su valiente corazón en el ring, el segundo debe parte de su ascenso a su gran corazón.

En otras palabras, a uno le ayudó su espíritu de lucha y al otro su capacidad de poner la otra mejilla.

Dicho esto, la semana pasada nos ha enseñado que el líder del NDP también puede ser combativo. Lo demostró ostentosamente ante los dos exaltados que lo increpaban cerca del Parlamento y ante Pierre Poilievre, que lo llamó hipócrita, embaucador e impostor.

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FOTO SEAN KILPATRICK, ARCHIVOS DE PRENSA CANADIENSE

El líder conservador Pierre Poilievre

El señor Singh y el señor Trudeau son dos dirigentes que se distinguen mucho más por sus cualidades humanas que por su fino conocimiento del mundo. No es de extrañar, pues, verlos marchar de la mano, haciendo que Canadá se desvíe mucho hacia la izquierda y dejando tras de sí una deuda gigantesca para las generaciones futuras.

Desafortunadamente, durante estos largos años de complicidad, Jagmeet Singh parece haber olvidado que el color naranja puede disolverse en rojo y producir marrón.

¿Su nueva postura contra los ultrarricos y el impuesto al carbono le ayudará a frenar la tentación de sus votantes de sumarse a los adoradores de los ricos? Ya veremos.

Una cosa es segura: Alexandre Boulerice debe enseñarle a su amigo Jagmeet Singh cómo pronunciar correctamente la palabra “ultra rico” antes de las próximas elecciones.

Ya he escrito antes sobre este tema: “Sé que no estoy en una buena posición para reírme del acento de alguien, porque ni siquiera Siri entiende tres cuartas partes de las cosas que le pregunto. Pero cuando el líder del NDP habló de gravar a los ultrarricos, su acento me hizo entender que quería que los avestruces pagaran. En serio, me pregunté durante unos segundos por qué los avestruces deberían pagar impuestos en Canadá”.

Quizás porque los avestruces también son expertos en el arte de esconder sus huevos y enterrar la cabeza en la arena, ya sea bituminosa o no.

Mientras Jagmeet Singh practica su pronunciación, los liberales harían bien en aconsejar a Justin Trudeau que no se exceda con sus expresiones “estamos entregando, nos aseguraremos de entregar, estamos trabajando en la entrega”, etc. Uno se pregunta si reemplazó su limusina por un camión de Canada Post.

Desde que asumió el cargo, el líder liberal ha querido ofrecer resultados a los canadienses, pero a menudo carece de las habilidades necesarias para responder a sus necesidades.

Además, incluso si lo tomamos literalmente, todas estas entregas no serán un gran factor en la próxima campaña, donde es muy probable que sea despedido.

El señor Trudeau y el señor Singh son encomiables comerciantes de amor, esperanza y optimismo. Venden emociones y buenas intenciones en un momento en que la población exige un poco más de sustancia. Lamentablemente, si bien es posible imitar la altura, es mucho más difícil simular la profundidad.

Si las próximas elecciones me desaniman es porque esta última reflexión también se aplica perfectamente a Pierre Poilievre. Además, el líder conservador, mucho menos simpático, es experto en insultos y mentiras.

No es de sorprender que algunas personas empiecen a compararlo con el Agente Naranja, que grita obscenidades al sur de la frontera con Canadá.

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